Creo que una película tan atípica como Savage Grace merece la atención del cinéfilo español, pese a que, vaya por delante, su interés estrictamente cinematográfico es irrelevante. Irrelevante no es despreciable y, pese a que resulte notoriamente fallida, ofrece algun puntos de interés.
Estamos ante una coproducción entre Reino Unido/Alemania/España y su director e intérprete principal son estadounidenses. Y la protagonista no es cualquiera: nada menos que Julianne Moore, para el que esto escribe, nada dado a las mitificaciones, una de las pocas intérpretes que por sí mismas incitan a ver una película. No sólo Julianne Moore me mueve a priori a visionarla, además, varios de sus protagonistas principales son españoles. El argumento resulta también muy atrayente y pica la curiosidad comprobar qué se ha hecho con un caso real que conmocionó a la Europa post mayo del 68. Aquí, la máxima “haz el amor y no la guerra” es llevada hasta extremos realmente perturbadores. Incluso para años tan aperturistas como aquéllos.
Libertad sexual, incesto, homosexualidad y crimen son demasiados ingredientes para un cóctel que necesitaba como barman a un auténtico maestro de las medidas y ni siquiera con la base de que lo que vemos es algo que de verdad ocurrió, acabamos de creérnoslo del todo. Por aquellos años un director francés escandalizaba con una película que también abordaba el incesto. Louis Malle firmó la –ésta sí- perturbadora El soplo en el corazón donde una madre iniciaba en el sexo a su propio hijo adolescente. Hoy, el caso real que nos cuenta Savage Grace necesitaba algo más que que quedarse en la mera ilustración.
Pese a estar narrada con elegancia y contención, Savage Grace no llega a apasionar y en más de una ocasión se hace redundante y monótona. El trabajo de Julianne Moore es lo que eleva a la película de una medianía general decepcionante y, como decía, para nosotros los españoles queda un interés añadido: ver a Belén Rueda en un papel de burguesa anodina que no aportará nada a su carrera por mucho que se codee con Julianne Moore; ver a Unax Ugalde de “hippy” abierto a
todas las experiencias de rigor en la época -sexo indiscriminado, drogas…- con la pinta típica y tópica del español de postal; ver a Elena Anaya birlando el marido a Julianne Moore… Y ver el Cadaqués de aquéllos años, nido y refugio de bohemios y artistas, sin que se haga referencia alguna (¡…!) al gran bohemio y gran artista del momento en dicho puerto, nada menos que el grandísimo Salvador Dalí.
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