27/12/11

Los siete samurais (Cine Nostalgia)


La universalidad del Japón feudal

Los siete samurais es una película fundamental en la historia de cine de la que en la actualidad, incompresiblemente se habla bien poco. Quizás ya esté todo dicho de ella. Creo que, en todo caso, la mayoría de los espectadores lo que sabemos básicamente es que esta obra de Kurosawa inspiró uno de los más grandes westerns que se hayan hecho nunca. Como esta afirmación puede ser discutible, digamos al menos que Los siete magníficos fue sin discusión uno de los westerns más populares.

Aunque Los siete samurais es mucho más que la inspiración de otra gran película. Akira Kurosawa estaba considerado uno de los más grandes directores del mundo pero sobretodo era conocido por ser también el más occidental de todos los directores orientales. En unos años en que todavía ni se intuía lo que más tarde se dio en llamar “globalización” las barreras culturales eran tan férreas que todo lo que viniera del Este era visto y valorado como algo exótico pero alejado de nuestras costumbres y de nuestra idiosincrasia.

Kurosawa abrió la brecha por la que después se colarían otros directores a uno y otro lado del muro cultural que separaba Oriente y Occidente pero, sobretodo, trajo a los cineastas occidentales una gran diversidad de ideas y de temas ya implícitas en su cine que fueron aprovechas a saco por el fagotizador entramado industrial de Hollywood.

Se ha dicho, y muy acertadamente, que Los siete samurais creó un genero. Después de ella el cine se inundó de historias en las que un grupo determinado de hombres que, por diversos motivos, forman un equipo para llevar a cabo una arriesgada misión. Tras la adaptación al western de Los siete samurais en la fundamental Los siete magníficos, llegaron en tromba películas que aprovecharon la idea seminal del gran film de Kurosawa y así se entendieron, entre otras, Doce del patíbulo, Los cañones de Navarone, La gran evasión, Los violentos de Kelly y muchas más.

Los siete samurais no fue la única película de Kurosawa que “creó género”. Recordemos que el spaguetti western toma carta de naturaleza con otra adaptación de una película de Kurosawa, Yojimbo, o que La muerte tenía un precio también podía interpretarse como una película de samurais. La guerra de las galaxias, obra también fundacional, tiene como precedente otra película de Kurosawa, La fortaleza escondida.

Según Kurosawa, su idea al hacer Los siete samurais era contar una historia anclada en lo más profundo de la cultura japonesa y reivindicar con ella un humanismo intemporal de alcance universal que cuestionara y modernizara las rígidas tradiciones todavía imperantes en su país.

Los siete samurais de la historia aceptan un trabajo que consiste en ayudar a una aldea miserable acosada por unos bandidos que la extorsina. Aceptan el trabajo cobrando por ello únicamente un plato de arroz al día. ¿Cómo es que aceptan por tan poca recompensa arriesga sus vidas?. Arriesgar sus vidas como mercenarios es su naturaleza, pero por primera vez aparecen como seres humanizados, sensibles y altruistas.
 
Se dice que la perseverancia en el cumplimiento de las obligaciones o de las decisiones tomadas es consustancial en la naturaleza de “lo japonés” y eso lo vemos tanto en la constancia con que los samurais defienden a los aldeanos como en la inquebrantable actitud de los bandidos en imponer su dominio y extorsión a los campesinos, pese a la férrea defensa de los guerreros samurais, entablando una batalla que solo terminará con el triunfo o la muerte.

Las escenas de acción de Los siete samurais crearon también escuela. La acción es uno de los puntos fuertes de Kurosawa y sus personajes en Los siete samurais se mueven vertiginosamente, artísticamente, en sus luchas y peleas utilizando las armas y sus propios movimientos como si de una coreografía se tratara. Más que guerreros parecen danzarines ejecutando visualmente un sinfonía.

En Los siete samurais hay muchas muertes, ejecuciones... la violencia es la protagonista, pero el tema es en realidad el de la justicia y el compromiso ético. Más de la mitad de los samurais pierden la vida en esa defensa numantina del poblado de campesinos, era el riesgo asumido al aceptar el “trabajo”. Pero los propios aldeanos les conminanaban a abandonar enseguida la aldea una vez han acabado su misión. No quieren a profesionales de la violencia entre ellos. Pese a su gesto de compromiso y nobleza, el grupo sigue siendo rechazado por el común de la sociedad.

El cine de Kurosawa comienza con Los siete samurais un discurso que ya no abandonará en toda su carrera: el ser humano cono individualidad no cuenta. Su misión es ser un instrumento de la comunidad a la que se debe en cuerpo y alma. Vista hoy, Los siete samurais no ha perdido ni un ápice de su grandeza.

24/12/11

Judas Iscariote en el cine español

Judas, personaje clave del cine religioso  franquista.

Esta noche será Nochebuena (y mañana Navidad...). Para creyentes y no creyentes, es una fecha que los occidentales celebramos más o menos activamente. Unos por convicción y otros por tradición. O por respeto a las normas imperantes en la sociedad en general.

El cine ha dedicado a lo largo de su historia muchas películas a la Vida, Pasión y Muerte de Jesucristo. Por ser la fecha que es quisiera recordar aquí un hecho tan incuestionable que al mismo tiempo que me sirve para desear a todos una feliz Navidad. No hace falta ser creyente para, de alguna forma, disfrutar de estas películas que tratan sobre la Pasión.
Pero quiero ser un poco original y hacerlo de forma algo diferente. Nuestro protagonista va a ser Judas Iscariote, en vez de Jesucristo, y nos vamos a atener a la visión que el cine español ha dado del personaje en dos películas emblemáticas del pleno apogeo religioso del cine franquista, que no fue otro que la década de los años cincuenta.
El beso de Judas (anónimo)

En el año 1952 Ignacio F, Iquino, el director más oportunista del cine español, se apuntó a la moda religiosa en varias ocasiones y entre ellas realizó un curiosísima película que trascendía la moda imperante y se erigía en un documental insólito sobre una peculiar forma de entender la Pasión. La tradición (que arranca en el siglo XIV) de representar la Pasión en vivo con personajes locales, gente normal del pueblo se mantiene viva todavía en el pueblo barcelonés de Esparraguera, donde rodó una de sus películas más personales: El Judas.

El argumento de El Judas está basado en esta tradición y va de un vecino que suele representar a Judas en la representación de cada año y que, en aproximada simbiosis con el personaje, se trata de un hombre mezquino y sin escrúpulos que es capaz de vender y traicionar a quien envidia. En este caso al vecino del pueblo que suele representar a Jesús, papel que sueña con hacerlo él.
Para conseguirlo, acusa de ladrón a quien hace de Jesús. Consigue que el pueblo lo crea y lo repudie y así hacerse con el papel soñado. Ni que decir tiene que se sale con la suya, pero después vendrán los remordimientos, el arrepentimiento y la redención. Como particularidad, El Judas se rodó aprovechando la representación auténtica y dando protagonismo a los actores del pueblo, no profesionales.

Dos años más tarde (1954) Rafael Gil se centra también en el personaje de Judas para explicar los Santos Evangelios en el apartado concreto de la Pasión de Jesús y es Judas de nuevo el protagonista en detrimento del Hijo de Dios que, también aquí, aparece en un muy segundo plano. La película se rodó en la provincia de Murcia, concretamente en parajes de Lorca y de Águilas y se tituló El beso de Judas

Por aquellos años se rodaron también, La guerra de Dios (1953) y El canto del gallo (1955) ambas de Rafael Gil que, junto al valenciano Vicente Escrivá, fueron los adalides del nacional catolicismo en las pantallas de entonces. Los dos, como también hiciera Iquino, se apuntaron en los años setenta al cine erótico más chabacano. Adaptarse a lo que hiciera falta fue el santo y seña de los directores más afectos al Régimen durante el apogeo del franquismo.
El prendimiento (Caravaggio, 1602) con Judas en "primer plano".

Ver hoy estas películas puede sorprender, pero no hay que negarles una profesionalidad a ambos directores. Justo lo contrario de lo que hicieron después con el cine erótico, auténticos bodrios oportunistas que buscaron la taquilla sin disfrazar para nada las formas.  

17/12/11

The artist

Principio y final
No es ninguna originalidad decir que The artist es la gran sorpresa cinematográfica de la temporada, pero considero que lo es. Todas las expectativas se cumplen y me encuentro con la película que más me ha interesado de todas las vistas durante lo que va de año, y ya queda muy poquito para que este acabe. Estamos pues ante una de las propuestas más originales y arriesgadas de los últimos años, que se resuelve de una forma brillantísima sorteando dificultades que sobre el papel habrían echado para atrás a directores menos atrevidos. Hace falta desde luego creer en un proyecto así y defendelo con la pasión y el cariño con que lo hace el francés Michel Hazanavicius del que, he de confesarlo no le había visto hasta ahora ninguna de las pocas películas con que cuenta su filmografía.


Hazanavicius se sumerge en el cine que se hacia en los años de la transición del mudo al sonoro y atrapa toda la magia que aquellas películas destilaban asombrándonos y haciéndonos participes del estupor y la pasión que debieron sentir los espectadores de la época. Bastan las primeras secuencias de The artist, esas en las que en un cine abarrotado se conjugan las imágenes de la pantalla y la música de la orquesta que las ilustran (ante un público entregado y ataviado con sus mejores galas, las reservadas para un acontecimiento social de altura) para entender lo que significó el nacimiento del cine como nueva forma de expresión artística y de entretenimiento.


Al margen de sus evidentes connotaciones documentales sobre la importancia que el cinematógrafo iba a tener en el futuro cambiando de forma radical las formas de entretenimiento del mundo entero, The artist es una película empapada de amor y de sensibilidad que recrea la esencia de aquellas películas pioneras que nos asombraron reproduciendo con una autenticidad asombrosa lo que debió ser (lo que fue, lo sabemos por las películas que todavía podemos admirar de aquella época) el mundo del cine de aquel momento, tanto dentro como fuera de las películas que se hicieron entonces.


The artist está rodada tal y como se hubiera hecho en los años en que transcurre y no hay la más mínima concesión a los adelantos que después fueron cambiando el lenguaje cinematográfico. The artist es una película hecha ahora pero podría haber sido rodada en los años veinte.


La historia que cuenta es típica y tópica. Ya la hemos visto infinidad de veces y, con las variantes que queramos obviar, la encontramos en casi todas las que después abordaron historias de las llamadas “cine dentro del cine”: una estrella en pleno apogeo tiene que afrontar su declive y asistir a la emergente presencia del sustituto.

Las referencia más directa la podemos encontrar en la película George Cukor Hollywood al desnudo (1932) versionada después por William A. Wellman en 1937 (Ha nacido una estrella), por Cukor otra vez en 1954 (Ha nacido una estrella) Sidney J. Furie en 1972 (El ocaso de una estrella) y por Frank Pierson en 1976 (Ha nacido una estrella), amén de bastantes versiones apócrifas.

Las bazas que juega Hazanavicius son la recreación hiperrealista de unas formas de hacer cine que hoy día son casi despreciadas y que él demuestra que siguen estando tan frescas y vigentes como entonces. Cine con mayúsculas que nos reconcilia con los orígenes del mismo y que nos demuestra que no hacen falta ni la palabra, ni el color, ni las pantallas gigantes, ni las tres dimensiones para que el cine sea cine con mayúsculas antes tanto como ahora.


No solo Hazanavicuis es responsable de que The artist haya salido maravillosa. La interpretación, sobre todo la del actor protagonista (Jean Dujardin) juega un papel fundamental así como una delicia de banda sonora a cargo de Ludovic Bource, para mi un completo desconocido al que voy a seguir la pista a partir de ahora.

The artist estará, no lo dudemos, en la alfombra roja de los Oscar en más de un apartado y en todos tendrá serias posibilidades de conseguirlo.


Como curiosidad, decir que el tema de Bernard Hermann para Vértigo que desde hace algún tiempo venimos escuchando en la primera entrada de El Blog de Scotty es utilizado en The artist de forma magistral y conmovedora. Debemos de oírlo de fondo mientras leemos esta humilde reseña, que se queda muy corta al intentar explicar el placer y la emoción que me ha proporcionado la visión de esta maravillosa película.
 Calificación: ****