Mucho
más que la chica de “Al este del Edén”.
Ayer
nos dejó Julie Harris. Todos dicen en sus necrológicas y
panegíricos que se fue una de las grandes damas del teatro americano
y... “la chica que acompañó a James Dean en la película Al este
del Edén. Gran verdad, pero en lo que a lo segundo se refiere, una
información demasiado roma. Ateniéndonos exclusivamente al
apartado cine, que es el tema de lo que va El Blog de Scotty, podemos
sacar mucho más jugo, más razones, para llorar la muerte de Julie
Harris.
Julie
Harris (es su verdadero nombre) nació el 2 de diciembre de 1925 en
Gosse Pointe, en el Estado de Michigan, aunque muy joven se trasladó
a Los Ángeles con su familia en busca de su sueño de llegar ser una gran actriz. De
físico demasiado corriente y sin atractivos resaltables,
tuvo que luchar a contracorriente y obviar las trabas que ello le
suponía a una jovencita en Hollywood para lograr papeles interesantes en una
industria -y en unos años- en que era fundamental para una chica tener atractivo para las cámaras.
Hizo
muy bien en no abandonar, mirar para otro lado, y poner sus ojos en las tablas de Broadway
donde la fotogenia era cualidad que iba en segundo término al de actriz. Se preparó a fondo dando clases con Elia Kazan en
el Actor's Studio donde coincidió con los que después serían
grandes mitos. Ello le supuso trabajar en la película por las que
todos la recuerdan Al este del edén (Elia Kazan, 1955).
Pero no
olvidemos que su debut se produjo en The member of the wedding (Fred
Zinnemann, 1952), que adaptaba una obra que ella misma estaba representando en
Broadway; aquí también debutaba en la pantalla un niño que
después se haría célebre con Raíces profundas: Brandon de Wilde.
Ella, Julie, fue nominada al Oscar a la mejor actriz secundaria
por este papel de un chico acomplejado que asiste a la boda de su hermano
con una atractiva mujer que la desplaza de sus atenciones para con él.
Tres
años después ya está preparada para dar la réplica en el debut de
un muchacho del que la industria lo esperaba todo y dio mucho más:
James Dean. Ser su pareja en Al este del edén la marcó para siempre. Su físico,
representativo de la americanita media de la época, y el que Kazan
la conociera muy bien, fue determinante para su elección. Parecía
que el cine iba a abrirle sus puertas a lo grande... pero no fue
demasiado lejos como estrella.
Ese mismo año (1953)
tiene otra gran oportunidad: protagoniza
Soy una cámara (Henry Cornelius) en el papel que después daría la
gloria a Liza Minnelli (Sally Bowles) en una nueva versión que de esta
historia, en clave musical, dirigiría Bob Fosse en 1972: Cabaret.
Después de Soy una cámara su carrera en el cine fue a menos,
acabando como ilustre secundaria en la mayoría de las películas en
las que intervino.
Ateniéndonos
a las que de ella pudimos ver en España, recordaremos: El
poder y la gloria (Mark Daniels, 1961), Réquiem por un campeón
(Ralp Nelson 1962) con Anthony Quinn, Harper, investigador privado
(Jack Smight, 1963), Ya eres un gran chico (Francis Ford Coppola,
1966) en donde coincidió con Karen Black a la que hemos recordado en
la entrada anterior; Reflejos en un ojo dorado
(John Huston, 1967) junto a Liz Taylor, Monty Clifft y Marlon Brando;
Tarzán en Nairobi (Álex Nicol, 1968) película realizada en España
con capital español, El reparto (Gordon Fleming, 1968) junto a Jim
Brown, Juventud pervertida (David Greene, 1970) junto a Eli Wallach,
El viaje de los malditos (Stuart Rosemberg, 1976) con un larguísimo
reparto de grandes estrellas, costumbre de moda en esos años;
Gorilas en la niebla (Michael Apted, 1988) junto a Sigourney Weaver,
Esposa por sorpresa (Frank Oz, 1992) con Goldie Hawn y Steve Martin,
La mitad oscura (George A. Romero, 1993)...
La
televisión, por supuesto, también le dio trabajo en varias tv
movies (en 1963 interpretó a la Eliza Doolitle de Pigmalión) y en
infinidad “apariciones especiales” en episodios de diferentes
series: Colombo, Centro Médico, El virginiano, Audacia es el
juego... Pero su fuerte, donde brilló como la gran estrella, la gran
dama de la interpretación, fue el teatro.
El
nombre de Julie Harris, más allá de Al este del Edén, quedará escrito para siempre en el libro de
los grandes intérpretes teatrales que lo fueron a lo largo de la Historia.