Cesc Gay podría decirse que es nuestro Eric Rommer de andar por casa. Un director cuyas historias giran sobre las vicisitudes existenciales y vivencias de personas normales y corrientes que podemos encontrar a nuestro alrededor y que incluso podríamos ser nosotros mismos.
Los españoles (¿o quizás
catalanes? sus películas siempre transcurren en Barcelona y tienen
un fuerte acento localista) de ahora mismo, de la clase media
trabajadora, sin grandes conflictos de supervivencia económica,
medianamente situados en la escala social cuyos principales problemas
concierne a los de realización o afirmación personal y
sentimental.
Atrapados en los estereotipos que las
reglas sociales imponen, esclavos de prejuicios -por muy decididos a
aparentar una libertad de comportamiento y una efectiva tolerancia
social en sus relaciones con el entorno humano en el que se mueven-,
estos españoles (o catalanes, repito: Cesc Gay parece subrayar
siempre que lo que vemos pasa en Cataluña) de mediana edad, en la
línea del tránsito que va de la juventud con inquietudes hacia un
aburguesamiento domesticado de la cuarentena.
Unos personajes que casi nunca parecen
afectados por un entorno socio económico o de conflictividad
social lo que choca llamativamente en Una pistola en cada mano
ya que trascurre en la España (o en la Cataluña) de ahora mismo. El
de Cesc Gay es un cine que tenía su mejor acomodo hace diez o quince
años pero que hoy resulta un tanto arcaico y afectado de cierto
autismo social.
Una
pistola en cada mano
repite casi al dedillo las fórmulas que hace ocho años tan
buenos resultados le dieron en la más que interesante En la
ciudad pero, como ya se ha dicho más arriba, los nuevos
tiempos requieren otros puntos de vista aunque los conflictos que
escenifica Una pistola..., por persistentes, puedan ser
equiparables.
Una serie de personajes de mediana edad
en tránsito existencial van desgranando sus frustraciones y
contradicciones ante la cámara. En un principio son historias
independientes o aisladas pero, como es más que previsible, al final
convergerán dando unidad y sentido a todo el conjunto.
Una pistola en cada mano
se ve con cierta desgana aunque en puntuales momentos el interés por
los personajes se eleve de tono para acabar cayendo de nuevo en
cierta tibieza o indiferencia en parte por los excesivos soliloquios
de los personajes que en muchos casos resultan redundantes y, lo
peor, vacíos y aburridos.
Demasiado discursiva, Una
pistola en cada mano abusa
en exceso de los planos fijos y de los planos/contraplano en los que
los personajes, en exceso apoyados en el diálogo, se espetan sus
razones para ser como son y actuar como lo hacen. Algo tan anti
cinematográfico que Eric Rohmer convirtió en puro cine pero que en
Cesc Gay no tiene demasiada equivalencia,
Por suerte, la cosa no se le va de las
manos gracias a que Una pistola en cada mano cuenta con
un reparto realmente privilegiado. Se comprende que la flor y nata
del panorama actoral español esté dispuesto a colaborar con un
director que ha demostrado tanta capacidad para componer personajes
interesantes en su más bien escasa filmografía que va desde Hotel
Room hasta, Kamprack, En la ciudad (para mi su
mejor película), Ficció o V.O.S.
Creo que Una pistola en cada mano
supone un relativo estancamiento en la carrera de Cesc Gay. Debería
desencorsetarse de una fórmula que ya parece agotada y buscar nuevos
caminos narrativos aunque como todo autor siga conservando sus
constantes y sus esencias identitarias. Una pistola en cada
mano no le hace avanzar y seguramente le hará ser consciente
del punto muerto en que se encuentra su carrera.
Quisiera decir que, pese a que los
actores en su conjunto dan la talla que puede esperarse de sus
demostradas capacidades, sobre ellos sobresalen poderosamente dos
fascinantes actuaciones femeninas por las que, por sí solas, merece
no perderse esta desigual película de uno de los directores más
interesantes del actual panorama cinematográfico español. Ah, me
refería a una recuperadísima Candela Peña (a esta chica hay que
darle más papeles, seeñores directores) y a un (para mí) gran
descubrimiento: la actriz Clara Segura.
Calificación: **