29/1/10
La herencia Valdemar
26/1/10
Up in the air
Vera Farmiga a Clooney: "¿Estás seguro de que nosotros somos nosotros?"
Anna Kendrick: "Este tío no es lo que parece... Bueno, yo tampoco"
Clooney, como los demás personajes: el esfuerzo por conseguir una modificación de la realidad, manipulándola.
Vera Farmiga: apariencia y realidad puede que no se correspondan.
Reitman, a la izquierda, con sus actores principales.
Calificación: ***
22/1/10
Ryan O´Neal
En la época de Peyton Place, cuando aun había rodado para el cine.
Cuando se rodó Love Story, Ryan O´Neal no era un completo desconocido pues en la década anterior (años sesenta) había intervenido en la exitosa serie de televisión Peyton Place. Allí hacía pareja con la también futura estrella de cine Mia Farrow. Aquel trabajo en televisión le proporcionó algún papel en el cine, pero sin que ello tuviera demasiada repercusión en su ascenso al estrellato. Si acaso, destacar de finales de los 60 una película titulada La perversa (que se estrenó en España con bastante retraso, y a rastras del éxito de Love Story), en la que conoció a la que sería su primera esposa, Leigh Taylor Young.
Ni la Streisand era Hepburn, ni O´Neal era Grant, pero ¿Qué me pasa, doctor? resultó ser una delirante y divertidísima comedia que no tenía motivos para avergonzarse delante de su modelo. ¿Qué me pasa, doctor? fue dirigida por Peter Bodganovich, por entonces un prometedor director que, antes de perder de forma prematura e incomprensible el protagonismo y el peso que conseguirá en la industria del cine en los siguientes años, nos dejó obras de la importancia de The Last Pictures Sow, Targets o Una señorita rebelde.
Con Farrah, al principio de su relación.
La pareja estuvo muy unida y durante la enfermedad de Farrah el siempre estuvo a su lado.
Se casó con la ex ángel de Charlie Farrah Fawcett Majors, fallecida hace muy pocos años. En su vida privada hubo tiempo para todo tipo de escándalos siendo el más sonado el que protagonizó al disparar con una pistola al hijo de ambos (al que no llegó a herir) en una reyerta familiar que nunca se aclaró del todo. En la actualidad, y tras superar una grave enfermedad de la sangre, ha iniciado una nueva andadura televisiva en la serie Bones donde interpreta al padre de Breenan, uno de los protagonistas y se anuncia su participación en varios capítulos de 90210.
19/1/10
Hierro
Hierro es una interesante ópera prima que se adscribe al género suspense con ligeros toques de terror tan del gusto del público español. Está producida por quienes gestaron nada menos que El orfanato y creo que eso se nota. Una joven madre pierde a su hijo, que desaparece misteriosamente cuando viajan en un ferry que los lleva de vacaciones a la isla de El Hierro. El dramático suceso la trastorna, como es natural, y tras varios meses de angustiosa espera sin saber qué pudo pasar y qué puede haber sido de su hijo, es requerida por la policía para que vuelva a la isla e identifique el cadáver de un niño que ha aparecido ahogado y que por sus características pudiera ser su pequeño. La pesadilla solo acaba de empezar.
Hierro es una película modesta que huye de los aspavientos pero que se cuida de recrear con elegante minuciosidad el clima de ensoñación y pesadilla que está viviendo el personaje, aderezando la intriga con detalles sutiles. El punto de vista fantasmagórico que la mujer tiene de la realidad que vive hace que como espectadores llegamos poner en duda su equilibrio mental. De la Riva realiza un trabajo exhaustivo en el que va creando un imperceptible suspense que nos hace pensar que en la casi desértica y aparentemente tranquila isla se guardan más secretos de los que aparenta su bucólica placidez. La utilización que se hace de los paisajes agrestes de El Hierro, casi extraplanetarios, son magníficos, como magnífica es la fotografía y la banda sonora.
Sólo por estos logros técnicos ver Hierro ya merece la pena, película en la que el director, que debuta aquí, desarrolla un auténtico ejercicio de estilo. Esa exquisitez estilística se amplía a la interpretación de una estupenda Elena Anaya, lo que le ha valido el premio del festival de Sitges. En la película pueden reconocerse rasgos temáticos y estilísticos de la ya mencionada El orfanato, principalmente en el trabajo de la protagonista, cuya comparación con el de Belén Rueda es inevitable. Hay también argumentalmente ciertas coincidencias temáticas con una película que vi hace ya algunos años interpretada por Jodie Foster, Plan de vuelo: desaparecida, cuyo director no recuerdo ni me voy a molestar en buscar. Pero quien haya visto El rapto de Bunny Lake, la obra maestra de Otto Preminger, verá que el personaje de Anaya es bastante más que deudor del que interpretaba allí un extraordinaria Carol Lindley, la mamá de la hasta hace muy pocos años en el candelero, Laura Lindley. Por cierto ¿qué ha sido de esta chica?.
Hierro se deja ver con bastante interés pese a que se pueda argumentar que se trata de una única situación que se estira y estira. Pero ya hemos dicho que Hierro es principalmente un ejercicio de estilo, en el que lo que cuenta es la descripción de la psicología del personaje principal. Es revelador al respecto el sugestivo prólogo en el acuario donde trabaja la protagonista, donde ya se nos dan las claves para lo que vamos a ver a continuación. La película está fotografiada desde el punto de vista del personaje y lo que vemos como espectadores lo asimilamos como la distorsionada visión de una mente alterada. Algo parecido a lo que Polanski hacía con algunos personajes femeninos de algunas de sus películas, como el de Catherine Deneuve en Repulsión, el de Mia Farrow en La semilla del diablo o el de Shelley Winters de El quimérico inquilino.
La extraordinaria y peculiar orografía de la isla se aprovecha muy eficazmente para lograr esos efectos de irrealidad y de pesadilla. El Hierro se integra en la narración casi como un personaje más: no es gratuito que la película lleve su nombre por título. El final es quizás menos sorpresivo de lo que se pretende, pero desde luego es coherente con la honestidad y el rigor con que se ha realizado la película, en la que se huye de efectismos gratuitos y de sustos que no vengan a cuento. Virtudes que se redondea gracias a la cortedad de su metraje: menos de hora y media. Un tiempo más que suficiente para contar la historia sin que el público acabe saturado de obviedades y escenas de relleno. Lo que la beneficia bastante y se lo agradecemos como espectadores.
16/1/10
La cinta blanca
Va a ser muy difícil ser original al hablar de La cinta blanca, la última obra maestra de Michael Haneke, una película que está cautivando a la crítica de todas partes y con la que se reconoce definitivamente al gran cineasta de la turbiedad, la crueldad y la putrefacción moral, como elementos inherentes de la naturaleza humana. Todos los comentaristas de todos los medios, de todas las ideologías y de todas las tendencias hablan de La cinta blanca con entusiasmo y pasión. Esa coincidencia, que podría poner la mosca detrás de la oreja a cualquier aficionado mínimamente inconformista es, en mi caso, compartida totalmente. Haneke consigue con La cinta blanca la quintaesencia del discurso global de su filmografía, al menos de la que yo le conozco. No he visto ni El séptimo continente, ni 71 fragmentos de una cronología del azar, ni El castillo. De hecho, puede decirse que he seguido su cine desde que vi la demoledora Funny Games, primera versión, película que me impactó tanto que decidí no perderme ni una sola de las que rodara a continuación. Vi después en una copia Dvd la algo anterior El vídeo de Benny donde ya estaba todo el germen de la constante que iría después desarrollando y perfeccionando.
Tengo que decir que me llevé un susto morrocotudo cuando vi El tiempo del lobo, y temí que todo hubiera sido un espejismo. En mi opinión El tiempo del lobo es una mancha importante en una de las filmografías modernas que más me impresionan, haciendo la salvedad de que desconozco todavía algunas de las películas que la componen. El tiempo del lobo me pareció una pretenciosa, vacua y mala variante de cierto tipo de películas “apocalípticas” que por esos años estaban de moda y de las que 28 días después sería quizás la más emblemática. Una película indigna de Michael Haneke y espero que por decir esto no se me eche más de uno encima.
Si Funny Games nos hablaba de las consecuencias del egoísta y egocéntrico comportamiento de Europa tras la reconstrucción que de sí misma llevó a cabo durante varias décadas una vez liberada de la traumática embestida nazi, La cinta blanca reflexiona sobre el origen de la bestia. En concreto, si Funny games nos advertía de aquello de que “un país sin memoria está condenado a repetir su historia”, aplicando la máxima a “todos” los países que vencieron al monstruo que intentó devorarlos, La cinta blanca nos recuerda cómo se gestó la bestia que, según se nos advierte en Funny games, puede resurgir de un momento a otro. Como es marca de la casa, Haneke nos puebla la mente de sugerencias inquietantes, de imágenes perturbadoras, de preguntas imprecisas sin respuestas concretas… Intuimos, más que vemos, lo que se esconde detrás de las imágenes de sus películas y, pese a que presentimos la esencia de lo que nos cuenta, no acertamos a concretar dónde se encuentra lo que nos perturba. No hay respuestas a tanta incomodidad como la que nos produce las imágenes de Haneke: tenemos que buscarlas nosotros mismos.
Haneke en La cinta blanca bebe de fuentes concretas sin dejar de ser él mismo y, creo que soy poco original diciéndolo, pero es lo que hay. Encontramos referencias a cineastas que también se preocuparon de las mismas cuestiones, tangencial o directamente, y adopta incluso estilos narrativos y estéticos de otros maestros que le inspiran. La sombra de Carl T. Dreyer está en ese entorno intransigente y cerrado en el que el protestantismo aplica con férrea crueldad sus postulados teológicos. Evidentemente Haneke prescinde del misticismo del director de Dies Irae. No así de su estética, en la que es fundamental el uso del blanco y negro. Bergman también hace acto de presencia y lo podemos reconocer en la peculiar pareja formada por el médico y la comadrona, sin olvidarnos del Wolker Scholöndorff de El joven Törless, El noveno día y El tambor de hojalata, presente en la férrea, sometedora y alienante disciplina aplicada en la formación de una generación a la que no le hubiera gustado crecer en semejante entorno, como ya vimos que ocurría con el niño del tambor.
Hanke rodeado de sus "encantadores" niños.
Pero la referencia más arriesgada de Haneke y no por ello la menos brillante, sino todo lo contrario, la encontramos en la película El pueblo de los malditos, con esos niños perturbadores a los que intuímos con desasosiego como amenazantemente manipuladores, crueles, fríos, inteligentes, destructivos, consecuencia aquí no de una invasión alienígena, sino de otra invasión mucho mas estremecedora, por lo real y tangible: la de la intransigencia y el alienamiento abductor, no de extraterrestres, sino de la propia sociedad que les ha dado la vida y los prepara para convertirlos en bestias.
Calificación: *****
13/1/10
Diez negritos
Como sabe todo el que conozca la novela, ocho personas son invitadas por un personaje que asegura conocerlos (aportándoles algunos datos que lo corrobora) a pasar un fin de semana en una isla en la que solo existe una lujosa mansión habitada con únicamente dos sirvientes. Una vez en ella empieza una serie de asesinatos rituales inspirados en una canción infantil titulada Diez negritos. Cada uno de los personajes irá muriendo asesinado según la cronología de de la cancioncilla. Desde luego un hecho así aterrorizaría al personal más impasible a partir del segundo asesinato, pero los personajes de Clair se lo toman con un parsimonia y una tranquilidad sorprendentes y el tono de comedia aplicado le quita toda la posible tensión de cara al espectador que, antes que nada, si acaso se intriga por quien va a ser el siguiente en desaparecer como si lo que estuviera en juego no fueran las vidas de los personajes, sino la colección de estatuillas (diez negritos de alabastro) que van desapareciendo una tras una con cada asesinato. Al final, y ateniéndose al obligado happy end, no todos acaban fiambres como en la novela y Clair se saca de la manga una resolución diferente. Comedia al fin y al cabo.
Así las cosas, lo mejor de la función, como no podía ser de otra forma, es el elenco de actores, todos estupendos, entre los que destacan el oscarizado Barry Fitzgerald, el papá de John Huston , Walter Huston (también oscarizado), Judith Anderson ( el ama de llaves de Rebeca) y la presencia de la “exótica” June Duprez de El ladrón de Bagdad. Creo que es muy poca cosa si de René Clair hablamos. Pero como rareza es toda una joyita.
Letra de la cancioncita infantil de marras
Seis negritos jugaron con una colmena. A uno de ellos lo pico una abeja y quedaron: cinco
10/1/10
El cónsul de Sodoma
Gil de Biedma cabalgando por la vida detrás de su compañero/amante más conflictivo.
El interés cinematográfico del personaje viene dado por las peculiares características de su personalidad y la intensidad con que vivió una vida, a contracorriente de la que la sociedad a la que perteneció le predeterminaba. Homosexual y ácrata, comunista y libertario, tuvo problemas con el régimen que lo tenía en el punto de mira. La suerte de pertenecer a una familia relevante lo libró de males mayores pero fue en su vida privada donde se topó con la tragedia.
De qué sirve, quisiera yo saber, cambiar de piso,
dejar atrás un sótano más negro
que mi reputación —y ya es decir—,
poner visillos blancos
y tomar criada,
renunciar a la vida de bohemio,
si vienes luego tú, pelmazo,
embarazoso huésped, memo vestido con mis trajes,
zángano de colmena, inútil, cacaseno,
con tus manos lavadas,
a comer en mi plato y a ensuciar la casa?
(Fragmento del poema "Contra Jaime Gil de Biedma", donde se revela la extraña relación del poeta con su particular Pijoaparte)
Bimba Bosé encarna a la única mujer en la vida del poeta.
Realizada con una valentía y una sinceridad encomiables, El cónsul de Sodoma tiene además un empaque y un acabado artístico que la emparenta con grandes biopics hollywoodienses y su estilo visual o look, tienen una meticulosidad y un perfeccionamiento digno de mayores presupuestos. La franqueza con que se explicitan las escenas de sexo es sorprendente y para nada chirrían en la historia, integradas necesariamente para comprender la naturaleza del personaje. El tono poético de la narración, el recurso de ilustrarla con versos del poeta, nos va dando las claves del personaje. Hay quienes se rasgan las vestiduras ante escenas de sexo tan realistas como las de cualquier otra película que las contenga sin que pase nada, por el hecho de que se ven penes erectos y actos explícitos.
Ejecutivo de una fábrica de tabacos en Filipinas, con su amante filipino y el hijo de éste.
El hecho que se hable también en El cónsul de Sodoma de personajes ilustres de la cultura catalana y española en una historia que, todavía hoy, puede levantar ampollas por su naturaleza transgresora y escandalosa en lo sexual, ha dado lugar a que algunos de los aludidos haya montado en cólera. De todos los personajes que desfilan en la narración, varios de gran influencia entonces y otros influyentes ahora, da idea de hasta qué punto la película ha logrado su objetivo de interesar a un público inquieto. Por la pantalla desfilan desde el arquitecto Ricardo Bofill al editor Carlos Barral, pasando por Colita y Joan de Sagarra (el cronista y la fotógrafo oficial de la Gauche divina) y, sobre todo Juan Marsé que en la película aparece como un escritor en ciernes dubitativo que no sabe cómo terminar su novela Últimas tardes con Teresa y la influencia que sobre ésta tuvo la intervención de Gil de Biedma. Su personaje principal, Pijoaparte, fue en realidad una creación del poeta que lo remodeló de arriba abajo en base a su experiencia con ese tipo de personajes: un chulo charnego inculto y arribista con los qué tanto se relacionó Gil de Biedma. Hay otro personaje, su última pareja, que es nombrado siempre como Pep. O estamos ante otro conflicto con personaje vivo que, o bien por respeto o bien por temor a posibles problemas con el mismo, se elude su apellido. Pero el actor elegido para interpretarlo apenas deja lugar a la duda por su gran parecido con el real y todos podemos saber de quién se trata. Además, tenemos a un actor que se dedicó a representar la obra del poeta por los escenarios y que siempre ha dicho que fueron grandes amigos el poeta y él. Nosotros mismos…
Josep Linuesa, Bimba Bosé y Jordi Mollá, junto a Sigfrid Monleón. director del filme.
La película concluye con Gil de Biedma arrasado por el sida ya en la edad de 60 años,
con unas secuencias finales hermosísimas en las que a punto de morir sólo le queda como tangible regalo de vida la contemplación de cuerpos adolescentes llenos de energía y de belleza, único asidero y bálsamo para soportar la espera del anunciado final.
6/1/10
Alida Valli
Como vemos en la firma de la fotografía, Alida se permitió ser conocida durante sus años de esplendor por sólo su apellido.
"A mi no me va ésto de aparentar señorona"
La condesa Livia Serpieri dispuesta a todo por el teniente austríaco Franz Malher (Farley Granger)
Recogiendo su León de Oro en Venecia como reconocimiento a toda su carrera.
Le fue concedido en el festival de Venecia de 1997 el León de Oro a toda su carrera. Ya tenía acumulado varios premios importantes por diferentes trabajos, todos en su etapa europea. En mi recuerdo predominará siempre especialmente por su composición de la condesa Livia en la magistral película de Luchino Visconti, Senso.
2/1/10
No es tan fácil
Alec Baldwin se me revela aqui como un buenísimo comediante
El personaje y el actor más apagado de la película
Meryl sonríe y gesticula más de lo que debería
Otra cosa son Alec Baldwin y, sobre todo, Meryl Streep, una señora que, de verdad, es un “monstruo” de la interpretación que hace atractivo cualquier embolado en el que ella aparezca. Ah, como en Julie y Julia la Streep vuelve a ser una experta entre fogones y vuelve a soltar risitas y mohínes cómplices a mansalva. Se le perdona todo: lo hace taaan bieeen…