31/7/10

SPLICE experimento mortal

El laberinto genético

Una pareja de científicos que trabaja experimentando con animales para una importante empresa dedicada a la biogenética agroalimentaria, ensaya por su cuenta y riesgo y a espaldas de la legalidad, mezclando ADN animal con ADN humano.

Tratándose de una producción Guillermo del Toro, dirigida por el Vincenzo Natali de Cube, las sorpresas que una película como Splice pueda deparar a los admiradores de ambos, van a ser ciertamente muy escasas. Y esto no se dice en tono peyorativo, sino todo lo contrario ya que Splice cumple las expectativas y nos encontramos ante una película con las suficientes dosis de imaginación y de lógica como para contemplarla interesado, entre el desasosiego que nos produce una historia y unas imágenes fantasiosamente perturbadoras (imágenes que revelan además un trasfondo de realidad ciertamente inquietante), a la vez que nos sumerge en la ficción de una aventura fantástica proporcionándonos alguna que otra imaginativa sacudida de placer.

Splice puede ser vista como una película que “denuncia” adónde pueden llevarnos los excesos con los experimentos genéticos o la peligrosa gestión que puede hacerse de los avances científicos. Teniendo en cuenta que el ser humano, pese a estar en la escala superior de la inteligencia, es más imperfecto y frágil en su naturaleza pensante que el resto de las especies a merced de su superioridad intelectual, la cosa puede resultar inquietante. Nada puede estar bajo control humano (tampoco un laboratorio de biogenética) pues en nuestra esencia como especie conviven al mismo tiempo la inteligencia y la ignorancia, la sensatez y la locura.

El discurso no es nuevo, pero Splice lo dota de cierta complejidad implicado elementos de índole moral en el que conceptos como familia, pareja, maternidad/paternidad, ética moral… enriquecen la historia más allá del panfleto anticientífico. Al final, la película no apura sus prometedoras insinuaciones y abusa de ciertos tópicos tantas veces recurrente en el género. Los nuevos frankensteins abren con sus experimentos la caja de los truenos, pero ¿serán capaces de cerrarla? La historia puede que continúe. Mientras tanto, nosotros como espectadores hemos pasado un buen rato entre asustados y divertidos.

Splice (empalmar) opta muy inteligentemente por un cuasi explícito sentido del humor, que ya está presente en el título. Lo de empalmar no está dicho con las connotaciones que en España podemos aplicar a esta palabra (aunque, también, si nos ponemos puntillosos) y sí tiene una intención, a mi entender, irónica, sarcástica, tal como queda explicito en la declaración de principios que hace la pareja de científicos protagonista cuando dicen en determinado momento que ellos se dedican a cortar y pegar secuencias genéticas, como pudiera decirlo quienes trabajan en la cadena de montaje de una fábrica de automóviles.

Y, si el pragmatismo de estos investigadores resulta decididamente inmoral, la proclama práctica que exhiben los responsables del laboratorio (o el gremio de científicos en general) aparece ya como directamente obscena. En este sentido, hay una secuencia que por sí sola merece acudir a ver Splice y es cuando el laboratorio presenta al mundo científico y a los medios en general sus más recientes descubrimientos genéticos, y exhiben en público a dos de sus criaturas, a las que han puesto, no sin intención, los nombres de Ginger y Fred.

Cuando se espera que el comportamiento de la pareja de engendros certifique en público la bonanza y conveniencia de las manipulaciones genéticas, estos reaccionan de forma imprevista y acaban arrojando sobre las cabezas de los asistentes toda la mierda, toda la excreción, toda la corrupción ética que materializaron en ellos sus creadores, Que en los momentos donde más deberíamos sentir pánico soltemos una carcajada o esbocemos una sonrisa demuestra que el inteligente enfoque satírico con que se ha enfocado la narración de Splice, logra sus objetivos.

Las referencias cinéfilas son obvias y nada sorpresivas estando Benicio del Toro de por medio. Citas más menos subliminales o explícitas a Alien/s (en una de las fotos que pongo queda clarísimo) a El laberinto del fauno (el personaje de Delphine Chanéac, la fauna), La semilla del diablo, y alguna más, dan a Splice un plus de atractivo, resultando una película, si no redonda, decididamente simpática que no está demás visionar.

Calificación: **

28/7/10

Anita Ekberg


Anitona en la Fontana di Trevi

Miss Suecia en el año 1951, Anita Ekberg empezó en el cine haciendo papeles de vampiresa, como no podía ser menos dado su espectacular físico, pero acabó en el cine italiano, en donde tuvo la oportunidad de demostrar que no solo poseía un cuerpazo.

De sueca imponente en la meca del cine pasó a maggiorata, lo que, al fin y al cabo, no era demasiado diferente: la gelidez nórdica es, por supuesto, todo lo contrario del fuego latino, pero, la esencia en ambas eran curvas superlativas y bustos exuberantes. La materia prima no cambiaba.

Tras un fugaz pase por Italia con su flamante título de miss, la Ekberg se marchó a Hollywood convencida de que llegaría a lo más alto. Llegó a lo más alto, pero no fue allí. Tendría que esperar a que Fellini la convirtiera en icono erótico no ya de una generación sino de una época, y eso ocurrió algunos años más tarde.

Tras brevísimas apariciones, a veces sin frase, en películas menores como Abbot y Costello van a Marte o La espada de Damasco, empieza con Mañana lloraré una carrera ascendente pero que no la lleva los resultados previstos.

Callejón sangriento, Guerra y Paz (su trabajo más llamativo), Zarak, El embrujo de París..en donde lucía su impresionante físico que, si bien la hicieron muy conocida no le reportaron el prestigio que como actriz hubiera querido.

Jerry Lewis le dio un empujón determinante en su camino al estrellato al hacer de ella la obsesión de uno de sus patosos pobres hombres en la discretamente divertida Loco por Anita, de Frank Tashlin. El hacer de sí misma y el convertirse en eje argumental de una película ya decía mucho der su popularidad de entonces, pero le supuso muy poca cosa más.
Desde luego, su condición de sueca no le reportó los beneficios que a otras actrices compatriotas suyas que, antes que ella, sí habían triunfado a lo grande. Recdordemos los casos de Grata Garbo o de Ingrid Bergman.

Después de seguir intentando ser en Hollywood algo más que una sueca jamona, sin conseguirlo, (en Valerie, por ejemplo), se vuelve a Europa donde trabaja en peplums (Bajo el signo de Roma), aventuras exóticas (Apocalipsis en el río amarillo) e, incluso, en el cine español (Los tres etcéteras del coronel), da el bombazo cuando Federico Fellini la selecciona para hacer el personaje de Sylvia en La dolce vita.

De Anita pasó a Anitona que es como la llamaba cariñosamente Fellini. Ya no pudo desprenderse nunca de su personaje y jamás llegó a ser otra cosa.

Sylvia, en La dolce vita, estaba inspirada en ella misma, ya que desde que regresó a Europa y se instaló en Roma, sus idas y venidas por la emblemática calle romana de Vía Venetto fueron la comidilla de la vida social de la ciudad eterna.

En la famosa vía romana se hicieron legendarias su disputas con su marido en esos años, el actor inglés Anthony Stell.

La Dolce vita la convirtió en el icono de una ciudad y de una época. Su legendario baño nocturno en la Fontana di Trevi será para siempre una de las secuencias más recordadas y memorables de toda la historia del cine.

Casi treinta años después, Fellini la volvió a llamar para Intervista, de nuevo haciendo de sí misma junto al “gran Marcelo” (Marcelo Mastroianni, claro), en la que los tres rememoran aquel legendario rodaje.

Ya ninguno era el mismo de entonces y el contraste de las imágenes del pasado y las del presente no hacían sino alimentar el particular y esperpéntico universo felliniano, lo que sin duda ninguna pretendía retratar el propio director. Fellini rendía homenaje a sus dos actores fetiche y al mismo tiempo los escarnecía.

La obesidad, tan latente en las contundentes curvas de sus años de esplendor físico, empezó a dominar su cuerpo mucho antes de Intervista y ya en los años setenta Anita Ekberg no era sino un juguete a punto de romperse. El giallo, el terror y el destape, géneros dominantes de esa década en el cine europeo de serie B, la abdujeron.

En España rodó algunas coproducciones sin mayor predicamento y aquí llego a ser Malenka, la sobrina del vampiro, y mucho más adelante, en 1996, la pudimos ver como una Bámbola no ya rota, sino destrozada, en la película del mismo título dirigida por Bigas Luna.

En la actualidad vive en su querida Roma, rodeada de perros y gatos, absolutamente sola, seguramente rememorando sus tiempos de esplendor. Nosostros quisiéramos recordarla siempre por el esplendor de su provocativa belleza y por su baño nocturno en una cálida noche de la Roma decadente que tan bien supo describir Federico Fellini en su película más emblemática. Anita Ekberg, ahora sí, por fin, tras el paso de los años, ha sabido imponerse a su personaje.

Todos sabremos siempre que fue Anitona, y no Sylvia, quien nos perturbó, empapada y exhuberante, una noche de sofocante verano del año 1960, en la romana Fontana di Trevi.

23/7/10

El diario de Carlota


La vida por delante

Lo primero que me llama la atención de El diario de Carlota es equilibrada casación de cierto tipo de cine hecho para el consumo adolescente, con jovencitos más o menos descerebrados que corretean sus aventuras por los campus universitarios o los institutos en busca de diversión y sexo, y ese otro tipo de cine que pretende reflejar de forma más seria el trance que va de la adolescencia a la madurez, los traumas, las incertidumbres y los desconciertos que cada cual ha de superar en tan delicada etapa de la vida.

No estamos ni ante la inconsistencia y banalidad de una American Pie, por ejemplo, ni ante la solemne emotividad de American Graffiti, un suponer. Si cito dos películas americanas tan alejadas de los parámetros del cine español, es porque me parece pertinente ya que El diario de Carlota se mira en el cine de allí para contar una historias con jóvenes de aquí y ahora.

El modelo que inspira al debutante José Manuel Carrasco es el estilo del John Hudghes de los ochenta, un cineasta hasta hace poco menospreciado, pero que ha dejado para la postreridad la impronta de un cine personalísimo que parece que va siendo reconocido ahora. Pero Carrasco dota a su película de un estilo propio y las referencias al director de 16 velas (justamente la edad que tiene su personaje, Carlota, en la película) con el que, por supesto, no cabe comparación, son enseguida obviadas para centrarse y centrarnos en su historia, bastante menos insustancial de lo que a primera vista pueda parecer.

El grupo de jovencitos que conforman el entorno de Carlota es observado sin evitar caer en todos los tópicos del género al uso, pero una mirada lo suficientemente atenta descubre enseguida que estos son neutralizados. Estamos ante un divertido relato dirigido al público juvenil, que no prescinde de la necesaria complejidad para interesar a todo tipo de espectadores. En torno a las peripecias del desconcierto generacional y de tránsito a la madurez de los chicos que la película retrata, queda espacio para lanzar una mirada coherente al mundo de los adultos en esa entrañable descripción de los padres de Carlota, casi tan perdidos como aquéllos , o más, en la búsqueda de sus propias identidades.

El diario de Carlota no es una película redonda y adolece de intermitentes bajones de ritmo y de situaciones redundantes que estancan el conveniente dinamismo del relato, pero afortudamente supera pronto esos bajones y recupera el tono. Una parte importante de los aceptables resultados de El diario de Carlota se debe a la buena dirección de los actores. José Manuel Carrasco decía en la rueda de prensa ofrecida a los medios en el preestreno de la película, ayer mismo, que el trabajo de selección había sido concienzudo y que estaba muy contento con sus chicos.

Puede estarlo, a pesar de que, de entrada, pueda ser harto sospechoso el que casi todos ellos procedan de la cantera televisiva, de series juveniles de éxito. Un plus que parece querer aprovecharse a la hora de captar la atención de los potenciales espectadores a los que la película está principalmente destinada. Pero, como ya se ha dicho, El diario de Carlota es una película con la suficiente complejidad en sus propuestas y el público adulto puede perfectamente pasarse dos horas lo suficientemente atento, además de divertido, algo de lo que puedo dar fe de ello en primera persona.

El cine español, que parce ahora muy interesado por el tema de jóvenes en tránsito, suma con El diario de Carlota un nuevo título a esta tendencia. Pero estamos ante una película que observa este problema generacional sin la excesiva solemnidad y contundencia de, por ejemplo, Mentiras y gordas, o la inconsciencia de los personajes de la, por otra parte divertidísima, Pagafantas.

Calificación: **

Abajo, fotografías hechas desde mi móvil tras la proyección privada de la película a los medios de comunicación.

En la segunda foto, exteriores de los estudios Ciudad de la Luz, donde pacientemente posaron bajo un sol de justicia, de izquierda a derecha: Lorena Mateo, David Castillo, Luis Callejo, Ana Rayo, José Manuel Carrasco, Elsa Martínez (directora de Ciudad de la Luz), Andrea Ros, Lydia Fairén y Mariela Biesuevsky (productora).

En la primera, interior de la sala de prensa, donde mi patoso uso de la cámara del móvil ha dejado fuera de campo a Andrea Ros de la que vemos sólo la manga de su camiseta, a la izquierda.

19/7/10

El Capitán Trueno ¡por fin!

El Capitán Trueno comienza a rodarse por fin. Diferentes ciudades de distintas regiones españolas acogerán en los próximos días los castings de los que saldrá el equipo de figurantes.

Mediterránea de Audiciones, la empresa de castings encargada de encontrar al personal adecuado, me envía la siguiente nota para su publicación en El Blog de Scotty por si algún lector o seguidor de esta publicación está interesado en presentarse.

Scotty os anima a hacerlo, pues aquí puede estar esa oportunidad con la que todos los aficionados al cine soñamos.

Ánimo, amigos. De aquí a la eternidad (o a Hollywood)


Esta es la nota de prensa tal cual me ha sido remitida.

Madrid, Jaén, Ciudad Real, Valencia y Alicante acogerán varios casting para la última película de Antonio Hernández, que se rodará en varias poblaciones de España.

El mes de Julio acogerá durante la semana del 26 al 31 varios casting para escoger a los figurantes del largometraje “El capitán Trueno”, que se rodará en diversas poblaciones de España.

El Capitán Trueno y el Santo Grial, la primera película española que se filmará enteramente en tres dimensiones (3D), estará bajo la dirección de Antonio Hernández (“Los Borgia”). La dirección artística correrá a cargo de Félix Murcia, ganador de 5 Goyas, y la fotografía la realizará Javier Salmones. El personaje de Sigrid, será representado por la actriz ucraniana Natasha Yarovenko. Junto a ella, los principales personajes serán encarnados por Sergio Peris Mencheta (El Capitán Trueno), Manuel Martínez 'Manolón' (Goliath) y Adrián Lamana (Crispín). El resto del reparto está compuesto por Gary Piquer (Sir Black), Asier Exteandía (Hassan), Jennifer Rope (Ariadna) y Alejandro Jornet (Morgano). También participarán Jon Bermúdez, Emilio Buale, Antonio Chamizo y Xavi Murua, entre otros intérpretes.


El Capitán Trueno, fue el tebeo más famoso de España que comenzó a publicarse en 1956 hasta 1968. El Capitán Trueno es un caballero español de la Edad Media durante la Tercera Cruzada. Junto a Goliath y Crispín y en ocasiones también por Sigrid, novia de Trueno y reina de la isla de Thule, se dedica a recorrer el mundo. En esta película Trueno, su novia Sigrid, y sus amigos Crispín y Goliath, tendrán que devolver a España un valioso cáliz y enfrentarse a un grupo de malvados cruzados encabezados por Sir Black y un extraño personaje enmascarado llamado Rajnacriss.

El rodaje comenzará a finales del próximo mes de agosto y se extenderá hasta finales de Octubre. La película está producida por las productoras valencianas Maltés Producciones y Sorolla Films.

La selección requiere niños y adultos de todas las edades, de todo tipo de perfil: morenos, rubios, castaños, altos, bajos, delgados, grandes, fuertes, atléticos, culturistas, pelo largo, corto, barbas, bigotes… Así como personas vinculadas al mundo de los caballos (jinetes), gente con nociones de esgrima, pelea con espada, con nociones de lucha cuerpo a cuerpo, malabares, escaladores, la agricultura, oficios artesanales…

Todos los interesados en participar en el casting deben presentarse en con sus datos personales y fotocopia del número de la Seguridad Social y DNI. Puesto que el rodaje se realizará en los próximos meses, el casting exige que los participantes sean residentes permanentes en la zona o alrededores, y tengan permiso de trabajo en España.

Atención: aquellos que no puedan presentarse a los casting en directo, pueden mandar sus datos (nombre completo, edad , DNI, dirección de correo y varias fotos) a: castingcapitantrueno@gmail.com

Pregunta para quien quiera respoderla: ¿Elsa Pataky era mejor opción que Natasha Yarovenko para el personaje de Sigrid? Cual os gusta más.

Recordemos que la Pataky ha abandonado el papel y que Yarovenko estaba en el proyecto con un papel secundario. En mi opinión, su magnífico trabajo en Habitación en Roma habrá pesado lo suyo para darle a ella lo que Elsa no ha podido o querido hacer.

17/7/10

London River

La mirada del otro

London River aborda una problemática de rabiosa actualidad y lo hace intentando incidir en esa problemática desde más de un frente. Estamos ante una película de corte intimista que se esfuerza en indagar en el impacto que la llamada globalización está teniendo en los pueblos, en las sociedades, en las personas… en las dificultades de armonizar el amplio abanico de nuevas costumbres, esas que los imparables movimientos migratorios entre países y continentes están generando.

Radrid Bouchareb (director) y Brenda Blethyn y Sotigui Kouyate.

El mundo marcha a pasos forzados hacia una nueva sociedad multiétnica donde todos estamos obligados, de buena gana o a la fuerza, a avenirnos y a acabar entendiéndonos. Las dificultades de ese entendimiento y de esa armonización de culturas y religiones, son tan evidentes como lo prueba el radical detonante que, en London River, va a provocar que dos personas manifiestamente distantes y distintas, en apariencia, acaben reconociéndose y reconciliándose. Se puede reprochar cierta simpleza en la simbología de lo que London River intenta explicar, pero lo explica con la suficiente convicción como para considerar lo que dice y escucharlo con atención y respeto.

El día 7 de Julio de 2005, cuatro bombas explotaron en Londres. Todos sabemos que se trató de un atentado terrorista de carácter islamista. La explicación que más tarde dieron los saboteadores no fueron novedosas. Se ha creado en el mundo una incontrolable y tensa fricción entre culturas que, por mucho que todas las partes en conflicto tengan que asumir (cuanto antes lo hagan, mejor) que están condenadas a entenderse y a convivir, está generando un intermitente goteo de tragedias catárticas, de dramas épicos, que dificultan desgraciamente ese necesario entendimiento. Quizás procedería obviar aquí a las otras dos trágicos vértices que conforman ese macabro triángulo del odio y del rencor entre culturas, pero creo necesario recordar también lo ocurrido en Nueva York y Madrid en lo que se ha dado en denominar tan asépticamente como el 11-S y el 11-M.

London River no habla de ello en primera persona. Lo hace a través de dos seres anónimos, insignificantes, que dejan de serlo cuando se erigen en representantes de esa parte de la sociedad que nada tiene que ver con las decisiones de los grandes mandatarios o con las razones que argumentan los activistas y fanáticos para sembrar el caos y la tragedia. Pero son lo que sufren las consecuencias que unos y otros generan.

Una mujer madura, retirada del mundanal ruido, que no quiere saber nada de lo que acontezca más allá del entorno de la pequeña isla británica en la que sobrevive a su pasado cultivando su huerto, escucha por la radio que en Londres han explotado cuatro bombas. Un hombre africano, que vive en Francia, igualmente retirado en el campo donde trabaja como repoblador forestal, escucha la misma noticia. Ambos tiene en Londres a sus respectivos hijos. El hecho de que no reciban noticias de ellos en los días siguientes a la tragedia, los mueve a tomar la misma decisión: viajar a Londres, donde el destino les espera para encontrarse, conocerse y reconocerse. Un viaje que cambiará sus vidas más allá de lo que les pueda deparar el encuentro con sus hijos.

Puede que London River sea una película menor a la que se le pueda reprochar falta de intensidad, de vehemencia, a la hora de explicar un relato con connotaciones tan complejas, trascendentes y transcendentales, pero estamos ante una historia bien contada, que ilustra adecuadamente ese acontecer de la sociedad europea actual, cambiante, desconcertada, todavía caótica, en la que todos los que la conformamos andamos algo perdidos entre nuestros prejuicios, nuestra desconfianza del otro, nuestras emociones y nuestras contradicciones.

Mientras nos miremos con recelo, de reojo, tanto nativos como inmigrantes, mientras no asumamos que todos somos todos y que todos tenemos que ser iguales, el conflicto va a seguir perdurando y predispuesto a estallar intermitentemente. En ese sentido London River ofrece apuntes y sugerencias sutiles, jugosas, con la suficiente capacidad de observación como para hacernos meditar sobre la necesaria conveniencia de aceptar al otro. London River dice esto desde la nimiedad de dos seres anónimos.

Calificación: ***

10/7/10

Gainsbourg


Mi amigo el jeta

Gainsbourg es la nueva aportación del cine francés al biopic patrio. Su interés radica, tanto en la descripción del personaje que retrata, como en la de los años que le tocó vivir, que van desde la ocupación nazi a mediados los cuarenta, hasta primero de los noventa.

Pero son los años cincuenta y sesenta los que acaparan casi todo el protagonismo ya que, como es lógico, son los años de esplendor del personaje. Serge Gainsbourg es un icono de la cultura musical francesa de la última mitad del siglo XX, pero es además un símbolo más de una época, en que los cambios sociales sacudirían a un ritmo vertiginoso a la Europa de la postguerra y al mundo.

El motor de ese cambio fueron sin duda los franceses, sus artistas, músicos, escritores… la valentía de éstos para adoptar nuevas costumbres e imponer un nuevo pensamiento y una nueva moral que se extendieron al mundo entero. Lo que cuenta (o lo que pretende contar) Gainsbourg, es todo lo que hizo posible esa explosión de libertad al hilo de la vida de uno de sus protagonistas.

Otra cosa es que la lícula consiga sus objetivos, que más bien, no. Si bien estamos ante una película digna que cumple con discreción ciertas expectativas, los resultados globales decepcionan. La película saca a relucir personajes y hechos fundamentales en la cultura francesa del momento y lo hace desde un tono intimista y anecdótico, meramente referencial, pasando epidérmicamente sobre ellos.

Gainsbourg está escrita y dirigida por Joann Sfar, guionista y dibujante de comics para adultos que se basa en un libro gráfico sobre el personaje dibujado por él mismo. La forma de abordar la historia es desde luego gráfica y deja, incluso, dentro de la misma, espacio para el cómic al incluir en toda la parte onírica recursos propios del cine de animación.

La narración recurre al monólogo interior donde el personaje se desdobla y construye su propio alter ego, con el que se enfrenta ante sus propias contradicciones y dudas. Gainsbourng, en la película, materializa su propia conciencia en un personaje estrafalario, exagerada caricatura de él mismo, al que llama “mi amigo el jeta”. Un recurso narrativo que sirve para enfrentar al personaje con sus propias dudas y contradicciones.

La película acusa los efectos de un metraje excesivo, pero tiene intermitentes momentos de brío que quizás vienen dados por la irrupción, convenientemente dosificada, de personajes muy conocidos y fundamentales que tuvieron relación con Gainsbourg, y que van desde Boris Vian, un artista polifacético que fue músico, escritor, poeta.. , icono ineludible de la cultura francesa del pasado siglo, hasta Brigitte Bardot o Jane Birkin.

Por la película desfilan también artistas como France Gall o Juliette Greco y las referencias a Johnny Halliday, Françoise Hardy y tantos artistas de la época, elevan el interés de las imágenes. La narración gira principalmente alrededor de las damas que pasaron por la vida de Gaisnbourg, a las que enriqueció como artistas… pero que también pasaron por su cama, demostrando que no hace falta ser alto y guapo para seducir y enamorar.

Gainsbourg es una película que, si interesa, es más por la época que intenta reflejar y por la cantidad de personajes, conocidísimos, que desfilan por la pantalla, que por sus cualidades intrínsecas. En el plano cinematográfico es simplemente correcta, lo que quizás ya sea mucho.

No hay que perder de vista que Joann Sfar debuta aquí como cineasta, que acusa su inexperiencia en el medio y que, gracias a que recurre a sus conocimientos como profesional de las viñetas, la película consigue cierta originalidad. Y el parecido de los actores -sus caracterizaciones- con los personajes que encarnan, es algo que está realmente conseguido.

Calificación: **