
Ayer domingo me fui al cine a un centro comercial sin mirar la cartelera dispuesto a ver lo que mejor coincidiera con mis gustos y con el horario de que disponía. Sí, ya sé que viviendo en una zona con tantas playas y con tantas ofertas de ocio (aunque por la tarde, ya me dirás) es casi un sacrilegio meterse en una sala oscura sin que haya de por medio una causa mayor que lo justifique. Por ejemplo, que sea el último día de proyección de alguna película imprescindible, lo que no es el caso. Creo que no he dicho que mi centro de operaciones está en Alicante, un lugar que consideraría ideal para vivir si no fuera porque sólo nos traen el cine más comercial –algunas veces eso coincide con la calidad- y el cine más rutinario y prescindible. Sólo de vez en cuando los programadores se despistan y dejan caer alguna cosilla de forma imprevista, aunque me huelo que mucho tendrá que ver la obligatoriedad (o la conveniencia) de proyectar todo el lote de películas comprometido. Antes teníamos unos minicines de dos salitas, los Astoria, que de alguna forma compensaban esa carencia de cine alternativo de calidad. Pero hace escasamente unos meses volvieron a cerrar por enésima vez tras el enésimo intento de sacar adelante esas salitas y su quimérico proyecto de dotar a la ciudad del cine que las grandes cadenas de proyección desprecian. De todos modos no me creo que su cierre sea por fin el definitivo y espero que el empresario vuelva a encontrar una fórmula de que les permita seguir vivos y aportando a la ciudad parte de esas películas que desprecian las grandes superficies. De ilusión también se vive, como rezaba el título de aquella película de los años cuarenta en la que un disfrazado Edmund Gwenn alegraba las navidades de una niñita encantadora llamada Natalie Wood asegurándole que era él el auténtico Santa Claus.

La sorpresa que me llevé fue bastante más que estimulante, pues pasé casi dos horas de sana diversión viendo una inteligente caricatura de las costumbres y usos de hoy en torno a la pareja, la familia, y las relaciones sociales. La película se estructura de forma no muy original –ya lo hemos visto muchas veces- aunque siempre he pensado que esos guiones en que hay cantidad de personajes con sus pequeñas o grandes historia que al final convergen y se interrelacionan son muy difíciles de construir. Hay veces que se consiguen grandes películas. Ahora mismo me viene a la cabeza el cine de Robert Alltman y la extraordinaria película de Paul Haggis Crash. No es que EX vaya de ese tipo de cine, pero sí de ese tipo de estructura y aquí lo que prima es la sátira y la comedia, géneros que han dado tantos títulos gloriosos al cine italiano.
Bueno, que recomiendo ver EX si lo que se busca es divertirse con una sana e inteligente película que tiene diálogos y situaciones desternillantes, que se ríe de los usos y costumbres de la sociedad de este momento, y que apuesta por un retrato positivo y desdramatizado de nuestras grandes y pequeñas miserias, sin dejar de aportar una porción de romanticismo y ternura muy alejados de la gazmoñería y del empalago. Una gozada de película. Es una lástima que en nuestra propia casa, en Europa, seamos tan indiferentes al cine que hacemos y no conozcamos ni el de nuestros países hermanos. Bueno, podría poner también nuestros países vecinos, pero Europa es en mi corazón una gran nación de la que cada país en un Estado, haciendo el símil de referencia obligada con los Estados Unidos de América. Prometo distribuir mi tiempo y mi presupuesto atendiendo más a menudo de lo que hago al poco cine europeo que nos permiten ver aquí, en España.

Calificación: ***
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