6/12/12

Una pistola en cada mano


La picazón de los cuarenta

Cesc Gay podría decirse que es nuestro Eric Rommer de andar por casa. Un director cuyas historias giran sobre las vicisitudes existenciales y vivencias de personas normales y corrientes que podemos encontrar a nuestro alrededor y que incluso podríamos ser nosotros mismos.


Los españoles (¿o quizás catalanes? sus películas siempre transcurren en Barcelona y tienen un fuerte acento localista) de ahora mismo, de la clase media trabajadora, sin grandes conflictos de supervivencia económica, medianamente situados en la escala social cuyos principales problemas concierne a los de realización o afirmación personal y sentimental.


Atrapados en los estereotipos que las reglas sociales imponen, esclavos de prejuicios -por muy decididos a aparentar una libertad de comportamiento y una efectiva tolerancia social en sus relaciones con el entorno humano en el que se mueven-, estos españoles (o catalanes, repito: Cesc Gay parece subrayar siempre que lo que vemos pasa en Cataluña) de mediana edad, en la línea del tránsito que va de la juventud con inquietudes hacia un aburguesamiento domesticado de la cuarentena.


Unos personajes que casi nunca parecen afectados por un entorno socio económico o de conflictividad social lo que choca llamativamente en Una pistola en cada mano ya que trascurre en la España (o en la Cataluña) de ahora mismo. El de Cesc Gay es un cine que tenía su mejor acomodo hace diez o quince años pero que hoy resulta un tanto arcaico y afectado de cierto autismo social.


Una pistola en cada mano repite casi al dedillo las fórmulas que hace ocho años tan buenos resultados le dieron en la más que interesante En la ciudad pero, como ya se ha dicho más arriba, los nuevos tiempos requieren otros puntos de vista aunque los conflictos que escenifica Una pistola..., por persistentes, puedan ser equiparables.

Una serie de personajes de mediana edad en tránsito existencial van desgranando sus frustraciones y contradicciones ante la cámara. En un principio son historias independientes o aisladas pero, como es más que previsible, al final convergerán dando unidad y sentido a todo el conjunto.


Una pistola en cada mano se ve con cierta desgana aunque en puntuales momentos el interés por los personajes se eleve de tono para acabar cayendo de nuevo en cierta tibieza o indiferencia en parte por los excesivos soliloquios de los personajes que en muchos casos resultan redundantes y, lo peor, vacíos y aburridos.

Demasiado discursiva, Una pistola en cada mano abusa en exceso de los planos fijos y de los planos/contraplano en los que los personajes, en exceso apoyados en el diálogo, se espetan sus razones para ser como son y actuar como lo hacen. Algo tan anti cinematográfico que Eric Rohmer convirtió en puro cine pero que en Cesc Gay no tiene demasiada equivalencia,


Por suerte, la cosa no se le va de las manos gracias a que Una pistola en cada mano cuenta con un reparto realmente privilegiado. Se comprende que la flor y nata del panorama actoral español esté dispuesto a colaborar con un director que ha demostrado tanta capacidad para componer personajes interesantes en su más bien escasa filmografía que va desde Hotel Room hasta, Kamprack, En la ciudad (para mi su mejor película), Ficció o V.O.S.


Creo que Una pistola en cada mano supone un relativo estancamiento en la carrera de Cesc Gay. Debería desencorsetarse de una fórmula que ya parece agotada y buscar nuevos caminos narrativos aunque como todo autor siga conservando sus constantes y sus esencias identitarias. Una pistola en cada mano no le hace avanzar y seguramente le hará ser consciente del punto muerto en que se encuentra su carrera.


Quisiera decir que, pese a que los actores en su conjunto dan la talla que puede esperarse de sus demostradas capacidades, sobre ellos sobresalen poderosamente dos fascinantes actuaciones femeninas por las que, por sí solas, merece no perderse esta desigual película de uno de los directores más interesantes del actual panorama cinematográfico español. Ah, me refería a una recuperadísima Candela Peña (a esta chica hay que darle más papeles, seeñores directores) y a un (para mí) gran descubrimiento: la actriz Clara Segura.

Calificación: **

1/12/12

El capital


El dinero no tiene miedo

Ver una película como El capital te devuelve la esperanza perdida en un concepto de hacer cine otrora vigente y que hoy parece finiquitado. El cine comprometido social y políticamente reliazado como revulsivo para espectadores adocenados, que remueve conciencias y hace pensar en la sociedad en la que vivimos y en los problemas políticos o financieros que nos atenazan sacudiéndonos y obligándonos a tomar conciencia de este grave problema de todos.


El capital habla del mundo a de ahora mismo en el que el sistema político y bancario está llevando al mundo a un estado de bancarrota ficticio provocado por la voracidad de unos y otros en una suerte de juego de control mutuo en el que las fronteras de la rivalidad se diluyen más allá de la lucha de poder y dominio del sistema financiero.


 La ambición por el poder y el dinero como religión para todos y el modo de amontonarlos la única meta. El capital social en manos de inmorales que utilizan nuestros recursos para sus tejemanejes y luchas de poder, donde el control financiero se nos revela como el gran motor del entramado social mundial, muy por encima del político, en cuyas manos somos utilizados como marionetas.


Costa-Gravras a sus 79 años sigue fiel a un cine político y de denuncia desde una perspectiva claramente de izquierdas concebido en formato de thriller en el que quizás esta no sea su mejor y más rotunda contribución si lo comparamos con obras del calibre de Z, Estado de sitio, Desaparecido, Amén o La caja de música, pero que aporta la suficiente fuerza y persuasión para que nos apasionemos con lo que se nos está contando, quizás porque es lo que todos estamos viviendo ahora en primerísima persona.


La película, en su valoración estrictamente cinematográfica puede resultar descompensada cuando aborda la parte meramente personal del protagonista, un banquero de segunda categoría que se ve aupado al poder absoluto en función de una estrategia de su empresa bancaria para utilizarlo como herramienta en oscuras operaciones financieras.  Probablemente su ambición trepadora se tambalee conforme vaya adentrándose en las oscuras cloacas del sistema y tenga una reacción que nos devuelva alguna esperanza en la naturaleza humana. Quizás el espectador medio poco familiarizado con los términos técnicos de las finanzas y de sus estrategias de expansión se encuentren por momentos perdidos, pero la película es lo suficientemente didáctica y sencilla en su exposición que no es difícil entenderla.


Sin ser evidentemente la mejor película de Costa-Gavras, considero que es muy recomendable verla. Costa-Gavras es hoy por hoy junto a Ken Loach (Que actualmente tiene en cartelera La parte de los ángeles) los dos últimos cineastas en activo con un universo cinematográfico de compromiso político/social de alcance cuya estela merece la pena seguir para no olvidarse de que no todo está perdido en la industria del cine y hay autores que miran más allá de la taquilla o del reconocimiento critico sistemático.


Claro que los dos son hijos de la revolución social de los 60, muy diferente de la que hoy día aflora con aparente furia y resultados inanes (al menos hasta el momento) que, por mucha indignación y jaleo que provoque acaba siendo como la gaseosa recién abierta. efervescente sólo por unos instantes antes de dar paso a la calma del agua mineral embotellada.

Calificación: ***