La voz dormida

Humilladas y ofendidas

La voz dormida es la película que más me ha emocionado en mucho tiempo. Una conmoción que, no me avergüenza decirlo, me ha llevado en muchos momentos en derramar más de una lágrima atenazado y oprimido por un fuerte nudo en la garganta. Que una película consiga eso de quien esto escribe es muy difícil pues no me considero fácilmente manipulable en mis sentimientos y aquello que me produzca esas sensaciones tengo que asimilarlo como algo que no admita dudas sobre su veracidad.

Y La voz dormida, rezuma todo el marchamo de lo  verdadero. La película habla de la postguerra, más concretamente de lo que acontece a dos hermanas andaluzas en los desgraciados primeros años de la victoria fascista, y  sus tribulaciones -y las de las demás mujeres que reconocemos en  su entorno- son paradigmáticas de lo que ocurrió lamentablemente con tantas y tantas mujeres en la España de los años cuarenta y cincuenta.

Hay una muchacha cordobesa, Pepita -una inmensa María León de la que, haga lo que haga a partir de ahora nunca  voy a olvidar después de este monumental trabajo-, que se ve arrollada por una circunstancia que la engulle y en la que la utilizan para llevar a buen puerto una aventura de la que lo único que entiende es que nunca podría negarse a emprenderla: debe  de  ayudar a un grupo de maquis y, de paso,  a su hermana, embarazada y presa en una cárcel para mujeres en la capital de España.

La voz dormida pone en primer plano los sentimientos y los estragos de la indignidad cometida sobre las personas, pese a que aparente que principalmente nos está hablando de las atrocidades de la postguerra, en concreto de las que se cometieron con tantas y tantas mujeres republicanas que, metidas en política o apolíticas  -lo que para los vencedores venía a ser lo mismo-, son humilladas y ofendidas en su doble condición de mujeres y de rojas.

En esa  aventura dentro de las entrañas del fascismo Pepita va a sobrevivir a todas las humillaciones,  se va a adaptar todas las imposiciones del vencedor (con la Iglesia en un plano de connivencia y complicidad imprescindible)  va a someterse a todas las claudicaciones exigidas y  a todas las renuncias personales, en pos de ayudar a su hermana.

Un ese camino de dolor y amargura, de humillaciones, mancillada física y psíquicamente, en el que Pepita va a preservar su pureza y su candor pese a tanto dolor y a tanta renuncia. En esencia, ese es el tema de La voz dormida, una película que por supuesto nos habla también, y de una forma espléndida, de lo que fue la primera etapa de la postguerra en la España franquista.

La  voz dormida está siendo acogida con gran diversidad de opiniones tanto por la crítica como por el público. Me parece muy lógico si tenemos en cuenta que la película habla de unos hechos en los que estuvieron involucradas las dos Españas que todavía hoy encuentran motivo, no ya  de discrepancia, sino que aun  puede llegar ( llega)  hasta el enfrentamiento más visceral.

Objetivamente La voz dormida lanza su discurso desde el punto de vista de los derrotados pero no dice ninguna mentira. Su relato es a partir del fin de la contienda y reflexiona sobre las relaciones entre vencedores y vencidos en las que los últimos fueron pisoteados sin compasión en una gran mayoría, por otra gran mayoría de los vencedores y por la propia Iglesia. ¿Qué la película es acartonada y con personajes y situaciones maniqueas, según algunos? Opino que no. Lo que La voz dormida cuenta  lo he oído relatar muchas veces por personas que lo vivieron en sus carnes y los hechos y los personajes de uno y otra parte rezuman autenticidad.

La feroz represión que la película muestra duró hasta toda la década de los cincuenta y esas personas humilladas y ofendidas, violadas en su dignidad y en sus derechos necesitan que se cuente, que las nuevas generaciones lo sepan, que empaticen con su sufrimiento. Todavía quedan sobrevivientes como la propia Pepita de la que he leído que es un personaje real en el que se basó la escritora Dulce Chacón para la novela que da origen a esta película emocionante, sincera y necesaria.

Benito Zambrano demuestra otra vez su magistral capacidad para hablar de los sentimientos, del sufrimiento de los humillados, de la dignidad de los ofendidos y está ayudado en ese empeño por un elenco de actores insuperables con una María León que se va a llevar sin ninguna duda el Goya a la actriz revelación por este trabajo asombroso donde me conmueve y me  emociona como nadie lo había hecho desde hace mucho, mucho tiempo. Imprescindible.

Calificación: ****