Gloria Grahame

La perversa seductora

Gloria Grahame fue una de las seductoras más perversas del cine de los años cuarenta y cincuenta.

Sus papeles eran casi siempre de mala. Era la mujer fatal que llevaba a los hombres a la perdición, arrastrando si hacia falta a otras mujeres más modosas a las que solía dejar compuestas y sin novio.

Sus personajes eran los que se llevaba el gato al agua en cuestión de amores। Un encasillamiento en el que se movió encantada, pues en la vida real la cosa no era demasiado diferente।

Gloria nació en Los Ángeles en el año 1923। Su madre, la actriz Jean Grahame, impartía clases de interpretación, aunque nunca llegó a destacar en el teatro y su fama era más como profesora de chicas que querían abrirse camino en la meca del cine.

Por supuesto, Gloria Grahame se movió en ambientes artísticos desde muy pequeñita y tenia clara su vocación।: sería una gran estrella de la pantalla.

Mientras llegaba esa oportunidad se fue formando en los escenarios bajo el asesoramiento materno. La oportunidad llegó cuando Louis B Mayer acudió a una de las representaciones en las que intervenía buscando materia prima para sus estudios.

La Metro la hizo debutar en 1944, en una película llamada Blonde Fever y tras rodar al año siguiente Sin amor, tiene su primera aparición recordable en el clásico del cine ¡Qué bello es vivir! (1946).

Al año siguiente consigue el principal papel femenino de Encrucijada de odios, un poderoso policíaco dirigido por Robert Siodmak en el que ella compone, en una no menos poderosa interpretación, el retrato de una chica de los bajos fondos.

Ese papel marcaría su camino en el cine, pues se especializó en mujeres de carácter tan fuerte como de moral relajada. Sus personajes se movían casi siempre fuera de la ley, o bordeando el delito. Eran perversas hembras de armas tomar que eran capaz de todo para conseguir sus fines.

Ateniéndonos a las películas suyas que se estrenaron en España, en 1949 de nuevo consigie impresionar en Un secreto de mujer, de Nicholas Ray, con el que inició un romance Para convertir al director en su segundo marido no dudó en darle la papeleta al que sí lo era por entonces, el actor Stanley Clements.

No es de extrañar que en al año siguiente, Ray la emparejara nada menos que con Humphery Bogart en En un lugar solitario.

Tras pasar por El mayor espectáculo del mundo y Una aventurera en Macao, llega a la película que le supondría su primer y único Oscar, Cautivos del mal (1952), un melodrama con el mundo del cine como fondo.

Era su segunda nominación, tras la que había conseguido por Encrucijada de odios. En Cautivos del mal hacía de una esposa recatada, pero infiel. Su temperamento no obstante le pedía personajes más arrojados.

Como los que le tocaría interpretar en Los sobornados (1953) o en Deseos humanos (1954), una traslación a los tiempos actuales y en los Estado Unidos de la obra del Emilio Zola, La bestia humana (la bestia humana, por supuesto, era ella). Las dos películas estaban dirigidas por el gran Fritz Lang.

Ya le quedaban pocos papeles importantes por interpretar. Tras No serás un extraño (1955) sus películas van perdiendo interés, a la par que su físico va perdiendo el atractivo de los mejores años.

En 1981 rodaría La mansión, una gris película de terror en la que tenía un cometido muy secundario. Fue su último trabajo.

Pese a que Gloria Grahame nunca consiguió el estrellato que sí habian conseguido otras “malas” del tipo Lauren Bacall o Bárbara Stanwick, su personalidad y estilo interpretativo llamo la atención de los gurus europeos de la crítica, que se agrupaban en la revista francesa Cahiers du Cinema.

La revista consiguió convertirla en una actriz de culto, alabada y ensalzada siempre, aunque sus personajes posteriores a Lang empezaran a ser secundarios o muy secundarios.

Su expresión de mujer viciosa, con un extraño rictus en sus labios algo asimétricos y su mirada lasciva, la hicieron irresistiblemente excitante en papeles de malvada.

Divorciada de Nicholas Ray, se caso dos veces más. Una con el director Cy Howard y, para cerrar con broche de oro su personaje real y de ficción, acabó siendo la esposa de su hijastro, Anthony Ray, hijo, por supuesto, de su ex marido Nicholas Ray.

Gloria Grahame murió de cáncer de estomago en 1981 a los 57 años.