Los elegidos
El mal ajeno, producida por Alejandro Amenábar, tiene su sello demasiado marcado por mucho que la dirección se la haya confiado al debutante Óskar Santos, un cortometrajista que trabajó para Amenábar en algunas secuencias y en el makin off de Mar adentro. Y es de esta película y, en cierta medida también, de Abre los ojos, de las que El mal ajeno se alimenta estilística y argumentalmente hasta acabar siendo un extraño hibrido de ambas. El guión lo firma Daniel Sánchez Arévalo y aquí sí que me descoloco porque no veo por ninguna parte la personalidad del director de AzulOscuroCasiNegro o de Gordos. Echo en falta el nombre de Mateo Gil, el colaborador constante en los guiones del director de Ágora y estoy por pensar que la película hubiera sido otra cosa de haber intervenido él en la escritura de la película.
Un médico con problemas existencialistas y familiares, dedicado en cuerpo y alma a su trabajo, se esfuerza por desconectarse del dolor ajeno, el de sus pacientes, procurando mantenerse a distancia de tanto sufrimiento y de tanto drama como el que tiene que contemplar a su alrededor, en un intento de autoprotección. Bastante tiene con lo suyo. Cree que esa barrera que pone entre el dolor de los demás y él mismo le va a permitir desarrollar con más eficacia su trabajo, con el que se siente realmente comprometido. La llegada al hospital de una paciente que ha intentado suicidarse va a ser el principio de un cambio radical en su insatisfactoria trayectoria vital. El mal ajeno intenta ser un drama en el que la enfermedad y el deterioro físico se erigen en detonante de fundamentales cambios interiores en las personas, provocando en quienes lo sufren actitudes de radicalidad y de desconcierto ante una situación que escapa de su control y los aboca a la dependencia, al dolor o a la muerte. Esto nos suena mucho a Mar adentro. Por otro lado, la alucinante aventura que le espera a Diego, entregado por entero a su trabajo en medio de una profunda crisis personal, está plagada de connotaciones irracionales, fantásticas, increíbles, sobrenaturales, que lo abocan a un desconcierto todavía mayor hasta que va comprendiendo lo que le está pasando. Una realidad (o irrealidad) que no acaba de entender por lo que ésta tiene de irracional. Esto me recuerda a Abre los ojos.
Lo mismo puede decirse de la parte en que interviene el elemento fantástico, que emparenta a El mal ajeno con Abre los ojos. Oskar santos no es Alejandro Amenábar y no logra fascinar al público que ve más bien una película desangelada en la que no le acaba interesando ni el itinerario personal del protagonista en su acusada crisis existencialista, ni en su alucinante aventura con toques sobrenaturales o fantásticos. El mal ajeno está narrada con demasiada solemnidad y se toma demasiado en serio lo que cuenta. La trascendencia la introspección y la gravedad, son tufillos que la acercan a lo beatífico. The village, la película de M. Night Shyamalan, recorría parecidos senderos pero desde luego lo hizo con bastante más convicción y brillantez.
El mal ajeno, producida por Alejandro Amenábar, tiene su sello demasiado marcado por mucho que la dirección se la haya confiado al debutante Óskar Santos, un cortometrajista que trabajó para Amenábar en algunas secuencias y en el makin off de Mar adentro. Y es de esta película y, en cierta medida también, de Abre los ojos, de las que El mal ajeno se alimenta estilística y argumentalmente hasta acabar siendo un extraño hibrido de ambas. El guión lo firma Daniel Sánchez Arévalo y aquí sí que me descoloco porque no veo por ninguna parte la personalidad del director de AzulOscuroCasiNegro o de Gordos. Echo en falta el nombre de Mateo Gil, el colaborador constante en los guiones del director de Ágora y estoy por pensar que la película hubiera sido otra cosa de haber intervenido él en la escritura de la película.
Un médico con problemas existencialistas y familiares, dedicado en cuerpo y alma a su trabajo, se esfuerza por desconectarse del dolor ajeno, el de sus pacientes, procurando mantenerse a distancia de tanto sufrimiento y de tanto drama como el que tiene que contemplar a su alrededor, en un intento de autoprotección. Bastante tiene con lo suyo. Cree que esa barrera que pone entre el dolor de los demás y él mismo le va a permitir desarrollar con más eficacia su trabajo, con el que se siente realmente comprometido. La llegada al hospital de una paciente que ha intentado suicidarse va a ser el principio de un cambio radical en su insatisfactoria trayectoria vital. El mal ajeno intenta ser un drama en el que la enfermedad y el deterioro físico se erigen en detonante de fundamentales cambios interiores en las personas, provocando en quienes lo sufren actitudes de radicalidad y de desconcierto ante una situación que escapa de su control y los aboca a la dependencia, al dolor o a la muerte. Esto nos suena mucho a Mar adentro. Por otro lado, la alucinante aventura que le espera a Diego, entregado por entero a su trabajo en medio de una profunda crisis personal, está plagada de connotaciones irracionales, fantásticas, increíbles, sobrenaturales, que lo abocan a un desconcierto todavía mayor hasta que va comprendiendo lo que le está pasando. Una realidad (o irrealidad) que no acaba de entender por lo que ésta tiene de irracional. Esto me recuerda a Abre los ojos.
Pero lo cierto es que Oskar Santos no tiene las habilidades directoras de Alejandro Amenábar ni el guión de Daniel Sánchez Arévalo incluye las sutilezas y la precisión de los que firma Mateo Gil. El mal ajeno asume los tics más elementales del cine de Amenábar. La sensibilidad y la empatía del público con los personajes, que sí lograba Mar adentro, se intenta trasladar aquí utilizando los mismos vericuetos para llegar a la emotividad del espectador, pero se hace con bastante menos fortuna. De hecho, al Amenábar de Mar adentro se le acusaba en bastantes círculos de sensiblero y de folletinesco. El mal ajeno adolece de un molesto tono beatífico y aun mesiánico que, si bien podía detectarse en la película sobre José Luis Sampedro, se escondía bastante hábilmente en la brillante puesta en escena que utilizaba Amenábar. No es el caso de El mal ajeno, que acaba siendo una película apagada y falta de nervio.
Calificación: **
Pues ante tu reseña me quedaré con "EL pueblo" si no te importa. La verdad es que, por mi bien, no veré "El mal ajeno"
ResponderEliminarUy, uy¡ qué mal nos lo pones Scotty. Yo que ya andaba dudando me has dejado descolocado.
ResponderEliminarEsa es la cuestión con el cine español. Desearías ver mucho más y entusiasmarte con él, pero......la cosa no prospera. En fin.
Un abrazote.
Completamente de acuerdo. A mí me ha parecido un timo y una pelicula hueca. Desde el guión hasta la caracterización de Eduardo Noriega, que sigue en su linea inexpresiva.
ResponderEliminarA la peli le falta mucho de credibilidad y le sobra guión.
Ánimo con tus problemas con el blog. Me gusta mucho el nuevo diseño. Saludos
ResponderEliminarBueno, sin comentarios. Ya veis como ha quedado la entrada.
ResponderEliminarGracias por vuestro ánimo, pero entrad al otro blog a leer.
No me desagradó demasiado esta película, aunque reconozco que pierde fuelle a lo largo de la cinta
ResponderEliminarHola, estoy de acuerdo con vosotros, pasa por encima.. le falta ritmo. Pero además tengo una duda y os pido ayuda para resolverla, la ex mujer también enferma?? cuando el medico residente enseña los resultados de una analítica a Diego, son de Pilar? de la hija? o de Sara? Necesito ayuda!
ResponderEliminarGracias
Angel, la película pierde fuelle demsiado pronto. Y segun avanza cuesta seguir la trama y etnender lo que pasa y todo eso. Y ese tono Shyamalan no le sienta nada bien.
ResponderEliminarAnónimo, contar aquí las cosas que pides puede molestar a posibles lectores pues es dar datos que es mejor descubrir viéndola ¿no crees?
ResponderEliminarPero... ahí va. ¡SPOILER!
Enferman la mujer y la hija, pero como "los elegidos" no pueden sanar a los de su propia sangre, él se siente impotente por no poder ayudar a su hija. A su mujer sí puede, pues no lleva su sangre.
Pero tranquilo, no pasa nada... el final tiene que ser acomodaticio y positivista: allí está su nueva amiga a la que él ha salvado que tambien tiene esos poderes y le cura a su hija. Todos vivos y contentos a pesar de que siempre anden con caras largas.
gracias por el spoiler, la verdad es que no entendí el final. Pensaba que la clave era que sanaba solo a aquellos con los que no sentia empatia, y que como él se había inmunizado con respecto al dolor de los pacientes, podría aplicar mejor el don.
ResponderEliminarDe todas formas sigo sin entender, se supone que el tipo que le dispara al principio y que le pasa el don, podría haber curado a su mujer, que no era de su sangre. ¿no?