El Evangelio según…
De imprevista rareza podemos calificar El discípulo, una película absolutamente atípica que desconcierta sin que sepas qué actitud tomar ante ella. De entrada, estamos ante la enésima revisitación de los textos evangélicos desde una perspectiva desmitificadora, que no sabes si tomarte en serio o despotricar sobre ella. Basada en descubrimientos recientes sobre cómo fue la verdadera historia de Cristo. Esta frase dicha más o menos así, tanto en la publicidad como en los créditos de la película, quiere justificar la heterodoxa visión que se ofrece de los textos sagrados Evidentemente la frase es una puerilidad pues no se aportan datos sobre esos “recientes descubrimientos”.
El discípulo es una película tan modesta que la presumible carga polémica de sus planteamientos apenas, o nada, va a levantar ampollas en ningún segmento social, algo que parecen temer (o querer, la polémica es publicidad gratis) los responsables de esta peliculita.
Rodada con una evidente pobreza de medios, El discípulo cuenta la vida de Cristo a salto de mata y se limita a encadenar una serie de estampas rodadas sin brío y con un incómodo tono amateur que, es verdad, nunca llega a molestar del todo. Obviando que se trata de una visión desmitificadora nada original (Scorsese ya nos presentó un Cristo humanizado y tentado por los pecados de la carne), tampoco es que la película pueda escandalizar a nadie por lo inconsistente de sus planteamientos, su insulsa puesta en escena y la apatía de sus imágenes. Para quien esto escribe, antes que caer abatido por el aburrimiento y abandonar la sala, la tabla de salvación fue prestar atención a la pasoliniana frugalidad de sus imágenes y en la actuación de los cuatro actores protagonistas. No por sus anodinas interpretaciones, sino por el hecho de, primero, identificar a Joel West como uno de los protagonistas de la serie C.S.I. Miami (¿cómo se le ha ocurrido venir a hacer esto?), Marisa Berenson (¿qué es lo que queda de la bellísima protagonista de Barry Lyndon?), Ruth Gabriel y Juanjo Puigcorbé (¿no tenían nada mejor que hacer?). Mención muy especial a los verdaderos protagonistas de la función y los que me han mantenido sentado en la butaca hasta el final, que son los acertados paisajes y localizaciones, todos en la provincia de Granada y en su mayoría en la localidad de Baza, la música sefardí y el cante flamenco, como ilustración un tanto chocante (aunque no demasiado discordante) de unas imágenes y una puesta en escena que constantemente recuerdan a las de El Evangelio según Mateo, no sé si consciente o inconscientemente, o debido a la pobreza de medios. Ah, el guionista y director se llama Emilio Ruiz Barrachina y parece ser que es documentalista, periodista y escritor y que se ha basado en una previa novelización propia de la vida de Cristo.