Adónde vamos, de dónde venimos
Prometheus, precuela de
Alien, es una reflexión con
aparente carga de profundidad sobre los orígenes de la especie
humana lastrada por un evidente tufo reaccionario que, queriendo
nadar y guardar la ropa, mezcla ciencia y religión dejando puertas
abiertas para que el espectador concluya que una cosa no quita la
otra y que Dios y Evolución son compatibles y
posibles. Puede
que sea una forma tan válida como otra de ver las cosas, pero Ridley
Scott no es Stanley Kubrick.
Prometheus sermonea con
ínfulas de trascender su discurso, pero carece de la complejidad
argumentativa y de la sutileza expositiva de 2001: Odisea
espacial. Semejante planteamiento le salió a Ridley Scott
bastante más convincente en la magnética y apasionante Blade
Runner, pero no olvidemos que en ésta las connotaciones
metafísicas eran escasas y el pragmatismo filosófico se imponía,
evitando encauzar conclusiones
sobre la naturaleza divina de la Creación.
Además,
en Prometheus
el espectáculo se come al discurso. Han pasado treinta años desde
Alien y de Blade Runner. Con ellas
Ridley Scott sí que sorprendió y creó escuela al dotar a los
efectos especiales de sentido, y sus naves galácticas, escenarios
inter-espaciales, o paisajes terrenales futuristas,
deudores de la obra seminal de
Kubrick que ya hemos mencionado, sí que dejaban espacio a los
personajes y a sus conflictos.
Aun no habían
irrumpido en el cine los efectos especiales por ordenador de la forma
arrolladora con que hoy se usan en las pantallas. Ellos son los
verdaderos protagonistas de las películas de ciencia ficción de ahora. Pero, por los comentarios que pueden oírse a la salida del
cine, o los que hacen los espectadores cuando hablan de una película
de este género, parece que eso es lo que verdaderamente importa al
público actual.
En
este sentido Prometheus
no decepciona y puedes quedarte con la boca abierta viendo cómo se
te echan encima naves gigantescas, metralla , asteroides y demás
elementos inherentes al género, pero Prometheus,
pese a su impactante esqueleto, ofrece muy poca chicha. Bueno,
permitiéndome una pequeña ironía diré que el personaje de Noomi
Rapace ofrece la suya para infinidad de peripecias en las que es
preñada, rajada y cosida, como si de una muñeca de goma se tratara
sin que esto le impida una increíble
hiperactividad.
En
contraste, está el personaje
que interpreta Michael Fassbender (¡que le corten la cabeza!, como
diría la Reina de Corazones carrollniana)
que, cuando se la cortan, sigue largando por su boquita de cabeza sin
cuerpo las más transcendentales disquisiuciones sobre las cuestiones
importantes del Universo y de la Vida. Para quien no lo sepa,
Fassbender hace de mayordomo robot (muy original) que en ningún modo
puede compararse a los fascinates androides de la gran Blade
Runner.
Calificación: **