La pelirroja temperamental
Eleanor Parker fue durante dos décadas una de las actrices más brillantes y camaleónicas del cine americano, pues era capaz de pasar de un registro a otro en películas muy diferentes, a veces rodadas al unísono. Su apogeo y prestigio coincidió con los llamados
años dorados del cine, los que corresponden a los años cuarenta y cincuenta.
Su carrera se alargaría diez años más con papeles de menor relevancia y en telefilmes y películas de escaso interés, aunque es en esa ultima etapa donde interviene en su película más comercial y una de las más exitosas de toda la historia del cine: nada menos que Sonrisas y lágrimas.
Sonrisas y lágrimas fue su espectacular “canto del cisne” a una trayectoria que ya estaba en franca decadencia y que, después de su emblemático papel de la aspirante a baronesa Von Trapp con el que volvió a la primera línea de la popularidad, no consiguió mantenerse en su inesperadamente recuperado primer plano.
Eleanor Parker nació en 1922 en Ohío, donde comenzó, como es habitual en la mayoría de los actores, interviniendo desde muy jovencita en obras de teatro universitario, amateur y ya a finales de los treinta como profesional. El cine llama a sus puertas en 1941 cuando Michael Curtiz la elige para un pequeño papel, casi testimonial, en la famosísima Murieron con las botas puestas.
Por desgracia, en la sala de montaje su papel fue eliminado y tuvo que esperar a que se fijaran en ella dos años después cuando intervino en una película de terror titulada el El misterioso doctor (su primera película estrenada en España), no sin antes haber intervenido,, con apariciones muy breves, en algunas películas del todo olvidables.
Durante los años siguientes interpreta una serie de películas que le dieron prestigio en su país, pero que, por su escasa repercusión comercial, no llegaron a España, aunque sí llegó a hacerlo uno de esos trabajos. El príncipe de los marines, un melodrama bélico que aquí pasó bastante desapercibido.
Por lo tanto, para el publico español Eleanor Parker irrumpe clamorosamente nada menos que con tres películas de éxito en un mismo año: Tres secretos, Una llamada en el espacio y Sin remisión.
En esta película fue nominada por primera vez al Oscar a la mejor actriz principal. En ella, Eleanor era una joven y dulce convicta que se torna agresiva ante las injusticias del sistema carcelario y se crea problemas en la prisión de mujeres donde cumple condena.
Es el comienzo de la etapa más importante de su carrera, la de los años cincuenta, en la que interpretó papeles de diversa índole, demostrando que podía ser una gran actriz además de una bellísima mujer de turbadora presencia.
En 1951, interviene en el desgarrador drama policial Brigada 21 (nueva nominación al Oscar), una de las películas de más prestigio del gran William Wyler, donde interpreta a la esposa de un comisario, con un aparentemente intachable modelo de vida pero cuyo personaje esconde en la trastienda secretos que se guarda muy bien de confesar.
Su belleza y su espectacular melena color de fuego, cualidades de la que ella no quería hacer bandera para no encasillarse, la obliga a interpretar a aventureras o a mujeres de fuerte carácter en la que su poderío físico requería imprescindible protagonismo.
Así, en el 52, interviene en la espectacular traslación a la pantalla de la novela de Rafael Sabatini Scaramouche, rivalizando en amores con la no menos espectacular rubia platino Janet Leigh. Era un filme de capa y espada a la mayor gloria y lucimiento de la estrella de la Metro, Sewart Granger. Ella destacó sin demasiado esfuerzo, pese a que su papel era de menor importancia que el de la Leigh.
En el 54 interpreta junto a William Holden el western Fort Bravo y, junto a Charlton Heston, uno de los mayores éxitos de toda su carrera y de toda la historia del cine: Cuando ruge la marabunta. La película fue toda una sensación en España donde no pasó desapercibida la intensa carga sexual que desprendía la pareja protagonista.
Sus enfrentamientos verbales, de soterrado erotismo contenido, y las miradas rayanas entre el rechazo y la lascivia que se intercambiaban los protagonistas en todas y cada una de las escenas juntos, encendían a un público acostumbrado a que la censura le escatimara el menor atisbo de erotismo en las películas que le dejaban ver.
Más cuando el argumento trataba de una aventurera que se casa por poderes con un rico hacendado residente en África y los encuentros, que no llagaban a materializarse en lo sexual debido al enfrentamiento de caracteres, hacían volar la imaginación de los espectadores acostumbrados a que les cortaran las escenas en las que se sugiriera la más mínima concesión a a la sexualidad explícita. Al fin y al cabo eran marido y mujer...
Cuando ruge la marabunta repitió lo ocurrido años antes con Gilda y el público deliró con lo que suponía que la censura había cortado. No había más de lo que la película mostraba, pero los mojigatos censores del Régimen sólo parecían estar atentos a los escotes y a los contactos carnales olvidándose de ese otro erotismo que, casi siempre, suele ser más perturbador que el que muestra la mera exposición de la carne..
La década de los cincuenta es pródiga en buenas películas, de las que vamos a destacar Melodía interrumpida, de Curtis Bernadt (nueva nominación al Oscar), Un rey para cuatro reinas, de Raoul Walsh, un western interpretado por el rey Clark Gable, ya bastante madurito, y de nuevo, otros dos éxitos descomunales. Uno, El hombre del brazo de oro, de Otto Preminger, junto a un Frank Sinatra adicto a toda clase de estupefacientes.
El otro fue el melodrama generacional Con él llegó el escándalo, en el que era una orgullosa hacendada que tiene que aguantar las descaradas infidelidades de su tetosterónico marido, Robert Mitchum, y los enfrentamientos de este con sus dos hijos, George Peppard, un hijo bastardo que, pese a que mantiene apartado de la mansión familiar, es su preferido, y George Hamilton el hijo legítimo, al que rechaza por sus excesiva “sensibilidad”. Estamos en el año 1959 y en el comienzo del declive de la carrera de Eleanor.
Como ya hemos dicho, hasta 1965 no se le presenta una nueva y espectacular oportunidad de reavivar su languideciente carrera con la oscarizada y taquillera Sonrisas y lágrimas, pero después de ésta película no hay mucho de donde sacar punta a su nueva etapa.. Si acaso, citar El Oscar, de Mark Robson (1966), y Homicidio Justificado, de Buzz Kulik (1967). En 1969 se despide del cine tras intentar sin resultados un nuevo resurgir en una película de suspense, La gata en la terraza.
Diez años después haría una nueva aparición en Sol ardiente, de Richard C. Serafian, vulgar film de acción y erotismo a mayor gloria de Farrah Fawcett Majors. y donde intervenía también otra gloria en decadencia, Joan Collins.
En la actualidad vive su vejez ajena a toda relación con el mundo del espectáculo, rehuyendo ser fotografiada y negándose a toda entrevista. Pero ahí están sus películas para recordarnos que fue una gran belleza y una gran actriz nominada tres veces al Oscar por Sin remisión (1950), Brigada 21 (1951) y Melodía interrumpida (1955)