Abismos de pasión
Y, claro, Chabrol va a la esencia, como siempre, utilizando la elipse y el montaje para pasar rápidamente por los pasajes meramente descriptivos y de transición (la concisión del comienzo en el que Emma conoce al doctor Bovary, lo manipula y lo convierte en su marido, es ejemplar en este sentido) y se detiene más en los momentos en que hay que explicar el alma y los sentimientos de sus personajes. De su personaje.
Acabo de ver Madame Bovary, la versión que Claude Chabrol hizo de la novela de Flaubert, tras haber visionado no hace mucho la que a finales de los 40 realizó Vicente Minnelli, y de haber leído recientemente la novela. Antes de nada decir la profunda impresión que me ha producido la obra del escritor galo, uno de los retratos femeninos más descarnados e inmisericordes de toda la literatura universal. Flaubert hace un estudio implacable, diseccionado desde la gélida distancia del narrador y desde una posición meramente descriptiva, de una Madame Bovary que puede parecer cualquier cosa según los ojos de quien la mire: una mujer egoísta y manipuladora, una mala madre y una peor esposa, una mujer sin principios morales, una libertina... una puta.
Yo creo que Flaubert quiere que veamos en ella a una pobre víctima que no sabe protegerse en un entorno en el que la mujer está condenada a la sumisión, a la estulticia, a la astucia...Pero Emma no aprende a sobrevivir sabiendo nadar y guardar la ropa.
La señora Bovary no consigue ese equilibrio obligado en su entorno, pese a que lo intenta, y acaba arrastrada por su verdadero temperamento pasional. Al decidir que el mundo no está entre las cuatro paredes de una casa de un pueblecito provinciano, la suerte está echada y el final no puede ser otro que su perdición. Tras la tragedia, sus verdugos siguen medrando y ascendiendo en la sociedad y las personas inocentes y puras (su apocado esposo, su hija...) son arrastrados como ella/por ella al abismo.
El regusto que este relato nos deja es tanto o más amargo que el sabor del arsénico que Emma roba en la rebotica.
Creo que trasladar a imágenes una obra tan compleja y tan descriptiva del interior de los personajes nos es tarea fácil y ni la versión de Minnelli, que me pareció demasiado acartonada y en exceso sometida a los códigos del melodrama hollywoodiense, ni ésta de Chabrol, pueden considerarse de forma satisfactoria dados sus resultados.
De hecho, las dos recurren a la inevitable voz en off para decir con palabras lo que es muy complicado de decir con imágines. Con todo, me quedo con la película del director de El carnicero, bastante más adecuado que Minnelli para éste relato, habida cuenta de que Chabrol "algo sabe" de lo que se suele cocer en lo más profundo de la sociedad provinciana francesa. Y ahondar en sus secretos y miserias es especialidad de la casa.
La esencia de las cosas no transmutan y ciento cincuenta años, quizás, no hayan conseguido hacer cambiar lo más hondo de la idiosincrasia de su país.
Y, claro, Chabrol va a la esencia, como siempre, utilizando la elipse y el montaje para pasar rápidamente por los pasajes meramente descriptivos y de transición (la concisión del comienzo en el que Emma conoce al doctor Bovary, lo manipula y lo convierte en su marido, es ejemplar en este sentido) y se detiene más en los momentos en que hay que explicar el alma y los sentimientos de sus personajes. De su personaje.
La secuencia más larga de la Madame Bovary chabroliana es la del baile en la que Emma se embriaga de todo lo lo que le rodea, que no es otra cosa que lo que siempre ha estado deseando vivir: mira, escucha, toca y olfatea el entorno como reconociendo por fin su territorio, la fauna a la que pertenece. O a la quiere pertenecer ya para siempre.
Esta experiencia es el último empujón que la señora Bovary necesita para desatar todos sus anhelos reprimidos. Es la mejor secuencia de la película, muy diferente del trato que le confiere Minnelli en su versión, donde vemos un baile menos introspectivo y bastante más mundano, al estilo de, por ejemplo, los que vemos en Jezabel o Lo que el viento se llevó. En el capítulo de los actores, Isabelle Huppert está bastante más adecuada al personaje de lo que me esperaba, si bien no dejo de opinar que Madame Bovary necesitaba una actriz más pasional y menos cerebral. Huppert hace un buen trabajo, pero está dominado por un método y por un estilo.
Pienso que Jennifer Jones en la versión de Minnelli está más convincente pues sus características como actriz eran más adecuadas. Recordemos a su pasional Perla en la extraordinaria Duelo al sol, con la que la señora Bovary tiene algún punto de contacto. Jean Yanne compone un boticario perfectamente desagradable y odioso, en contraste con el enternecedor y humano asesino de El carnicero, una de las películas más turbadoras, poéticas e inolvidables de Claude Chabrol.
Calificación: ***
Saludos desde Brasil, que precioso su blog, me encantó, felicitaciones. Abrazos.
ResponderEliminarHola, amigo Bruno. Gracias por gustarte el blog. Me esforzaré por mejorarlo para que lo sigas visitando.
ResponderEliminarAbrazos, esperando seguir viéndote por aquí.
Magnífico artículo sobre el fascinante personaje ideado por Flaubert. Hace poco incluí la versión de Minnelli en mi blog diccineario.wordpress.com, el cual sería un honor para mí que lo visitaras. Enhorabuena por tu trabajo, Scotty.
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