29/8/10

Conocerás al hombre de tus sueños

Si la cosa no funciona…

Con Conocerás al hombre de tus sueños Woody Allen retoma el discurso de su anterior película, la sutil y mordaz Si la cosa funciona, y sigue escarbando en las contradicciones y paradojas de un determinado tipo de personajes atrapados en la neurosis y en la insatisfacción vital. La columna vertebral de sus frustraciones es, como en casi toda la obra del cineasta, la relación de pareja. El miedo, y hasta el terror, que todos (o casi todos) sus personajes tienen al paso del tiempo y a la soledad, será el motor que los mueve a actitudes y decisiones vitales, contradictorias y autolesivas, en busca de una estabilidad emocional en la que refugiar sus carencias, y que acabará revelándose pura utopía.

Woody Allen aborda aquí estas reflexiones tan recurrentes en su filmografía, e instala su discurso desde la distancia. Esa distancia está expresa en la utilización de la voz en off con la que va presentando a los personajes y sus historias, y en la que el sarcasmo domina esa mirada, nada complaciente, y la emite en clave de comedia agridulce. Allen utiliza un tono narrativo nada estridente que desliza la historia por un ritmo apenas perceptible. El humor y el sarcasmo sirven para ironizar y filosofar sobre la condición humana, sobre los egoísmos y sobre la imposibilidad de andar el camino de la vida en soledad. Los personajes de Conocerás al hombre de tus sueños mienten, se autoengañan y manipulan su entorno, intentado recorrer, cada uno a su manera, el camino que los lleve a una quimérica plenitud vital.

Realizada con una elegancia y un refinado minimalismo expresivo, muy depurado, Conocerás al hombre de tus sueños puede parecer una película menor comparada con las grandes obras que Allen acumula en su sensacional filmografía, pero no cabe duda de que estamos ante un eslabón más en la cadena de sus más que incisivos capítulos sobre la condición del hombre y la mujer actuales que, en clave de comedia sutil, aquí son otra vez radiografiados desde la lucidez de ese entomólogo de la condición humana que siempre ha sido el director de Match Point. Conocerá al hombre de tus sueños es una película que emparenta directamente con obras anteriores del director, como Maridos y mujeres, Poderosa Afrodita, Todos dicen te quiero, Todo lo demás o Melinda y Melinda, además de la ya mencionada Si la cosa funciona.

Estamos ante un discurso de gran sutileza, sagacidad y capacidad de observación de las relaciones humanas actuales en el que todos nos vamos a sentir reflejados de una u otra forma en algunos de la rica galería de personajes que por la película desfilan, pese a que su aparente falta de contenido pueda hacer creer a algunos que el director está en horas bajas o que simplemente se limita a cubrir el expediente de entregar a los productores su comprometida película anual. Nada más lejos de la realidad, sorprende la capacidad de Woody Allen para conseguir película tras película continuar un discurso, aparentemente repetitivo, pero que va aportando nuevas miradas y ampliando jugosos y sugerentes apuntes sobre la neurosis existencial de los hombres y mujeres del mundo que le rodea, que nos rodea, ya que todos podemos reconocer, o reconocernos, en el desconcierto vital de sus personajes, a nuestro propio entorno y a nuestras propias contradicciones.

Hay que ver Conocerás al hombre de tus sueños, como ya hace tiempo es obligado ver todas y cada una de las películas que Woody Allen nos regala cada año. El respeto del director a esa milimétrica periodicidad creativa, nos sigue reconciliando con el cine, con un tipo de cine prácticamente desaparecido y de la que él parece ser el único y el último cultivador. Conocerás al hombre de tus sueños es un oasis de inteligencia en una cartelera dominada por el cine espectáculo adocenado, y concebido con miras a llenar las butacas pasando, cuando no directamente despreciando, la capacidad de análisis y de inteligencia del espectador. Gracias, Woody.

Calificación: ****

25/8/10

Jane Russell




La morena que "venció" a Marylin
Jane Russell estará para siempre en el recuerdo de los espectadores principalmente por poseer dos poderosas razones para no ser olvidada. No hay que ser mal pensados (o sí…) ya que a lo que nos referimos es a dos poderosas películas de gran éxito en su filmografía, El forajido y Los caballeros las prefieren rubias.

No quiere decirse que su impresionante físico pasara alguna vez desapercibido en ninguna de las otras producciones en las que intervino.De hecho, fue su físico el que le abrió las puertas del cine, cuando en el año 1942 el productor (y director ocasional) Howard Hughes la eligió para ser la protagonista de El forajido, dirigida por él mismo.

El forajido resultó ser un extraño western en el que, más que las dos pistolas del personaje principal (a cargo de Gregory Peck, en un trasunto de Billy el Niño), interesaba sobretodo que lo que apuntara al frente fueran, antes que las pistolas, los turgentes pechos de la protagonista.

Hughes estaba decidido a que su nuevo fichaje llamara la atención, y vaya si lo hizo. La película estuvo prohibida durante cinco años por culpa de la turbadora presencia de Jane, pero cuando se estrenó se convirtió de inmediato en un gran éxito.

En 1948 rueda El hijo de Rostro Pálido, una parodia del western en el que la estrella era el cómico Bob Hope, un actor al que hoy, una vez vista alguna de sus películas, cuesta entender que tuviera tanto éxito e hiciera tanta gracia.
Pero ella no desaprovechó la ocasión que le brindó ser su comparsa y acabó haciendo bastante sombra al caricato, al cual se le quedó el rostro tan pálido, o más, que al indio que interpretaba en la película ante el empuje de su oponente. Más todavía cuando en una determinada encuesta referida a ellos dos, Jane Russell aparecía por delante de él en popularidad.


La emparejaron a continuación con los actores de más renombre del momento y así, con Robert Mitchum rodó una comedia, Su tipo der mujer (1951), y una de aventuras, Macao (1952). Frank Sinatra, muy dado a encapricharse con señoritas de busto prominente aunque sólo fuera para tenerlas por compañeras (¿?), puso como condición para interpretar Double Dynamite que su pareja de reparto fuera la actriz de moda, Jane Russell. Es muy comprensible que las revistas del corazón de aquellos años dijeran que se habían enamorado.

Víctor Mature, recién salido de hacer de Sansón y de derribar columnas de cartón piedra sobre los depravados y pecadores filisteos en esa joya del kitsch que resultó ser Sansón y Dalila, fue su siguiente pareja en Sucedió en Las vegas, de nuevo una comedia, en la que hacía de prostituta. Otra vez sus turgentes pechos fueron el aliciente más admirado en la película, que fue muy mal acogida por la crítica, pero no así por el público, ya que fue un gran éxito de taquilla.

Para entonces, productores querían tenerla en sus películas y muchas de ellas fueron escritas especialmente para su lucimiento. Títulos como La bella de Montana o La sirena del Caribe/la sirena de las aguas verdes, dan fe de ello. Pero el gran éxito de Jane Russell fue compartido nada menos que con Marilyn Monroe cuando la emparejaron en Los caballeros las prefieren rubias. La Monroe no sólo no logro eclipsarla sino que la continuación, la segunda parte de Los caballeros las prefieren rubias, se llamó ni más ni menos que Pero se casan con las morenas/ los caballeros se casan con las morenas.

No fue, ni de lejos, el éxito de la primera. Esta vez tenía como amiga cazamaridos a una anodina Jeanne Crain, Muy lejos del encanto que desplegara en la maravillosa Pinky.

En la década de los sesenta ya se hacía notar su declive físico y, por tanto, le tocó admitir su declive artístico. Pero, inteligente y lista como ella sola, para entonces ya había conseguido ahorrar una envidiable fortuna y asegurarse el futuro.


Incluso se permitió producir una película en la que no intervenía, pero en cuyo guión creyó fervientemente. Así, en 1956, dio carta blanca a Roy Boulting para que gastara lo que necesitara en lo que acabó llamándose Huída hacia el sol, una más que interesante película sobre nazis ocultos en una impenetrable selva sudamericana, que recuerda poderosamente a la obra de H.G. Wells La isla del Dr. Moreau, versionada varias veces para el cine.

En la actualidad, con 89 años, se dedica a disfrutar de una holgada y apacible vejez y a colaborar con su bien amasada fortuna en obras de caridad y a ofrecer ayudas al tercer mundo. Muy celosa de su vida privada, todo lo que se puede decir de ella en ese aspecto es que se casó tres veces.

A nosotros, eso nos importa bien poco. Con ver sus películas y mirar sus fotos, ya tenemos suficiente para admirar su belleza y deleitarnos con su agresivo, pero en el fondo blanco, erotismo. Su belleza y sensualidad es de las que nuestras esposas o parejas están dispuestas a permitirnos contemplar sin sentirse demasiado celosas.

23/8/10

Gritos en la noche



Sobresaliente debut del cine de terror español

Gritos en la noche es a todas luces una película que remite a la obra maestra de Georges Franju que comentamos más abajo. El español Jesús Franco no disimula su fuente de inspiración, pero en L’horrible docteur Orloff (título con el que vendió la película en el mundo entero y con el que se le conoce fuera de España) hay sustanciales diferencias con Ojos sin rostro como para considerarla una obra con autonomía propia.

Rodada solo un año después de Ojos sin rostro (1961), Gritos en la noche figura en la filmografía de Jesús Franco en el quinto lugar de su prolífica producción (más de cien títulos) y es considerada su mejor trabajo, con diferencia, del resto. A Gritos en la noche se la considera también como la película que inaugura oficialmente el cine de terror en España, género hasta entonces ausente de la industria de nuestro cine, y lo hace con tan felices resultados que detrás de Jesús Franco aparecieron en escena una serie de directores que, siguiendo su estela, lograron que el género tomara carta de naturaleza en nuestro cine y fuera además muy apreciado fuera de nuestras fronteras. Eugenio Martin, Julio Coll, León Klimovsky o Paul Naschy entre otros, deben a Jesús Franco y a Gritos en la noche el haber podido desarrollar un trabajo continuado en el género, con notables resultados artísticos y comerciales.

Veamos el argumento de Gritos en la noche: El Dr. Orloff es un famoso cirujano parisino de principios del siglo pasado, obsesionado con recomponer el rostro de su bella hija que quedó desfigurado en un incendio que él mismo provoco en su laboratorio. Para ello, rapta a bellas y solitarias muchachas, generalmente de vida nocturna disipada, a las que arranca la piel facial para injertársela a su desconsolada hija, que permanece recluida en su tétrico castillo/laboratorio al cuidado de una fría mujer.

Para conseguir muchachas se ayuda de un siniestro personaje, producto de sus manipulaciones quirúrgicas, cuyas trazas y procedencia remiten sin ambages a la criatura creada por el Dr. Frakenstein. Naturalmente los injertos van siendo un fracaso y a cada intento fallido se ve obligado a buscar una nueva “donante”.

El inspector de policía encargado de esclarecer los misteriosos crímenes, se muestra impotente para describir al culpable, pero su prometida, cuyo parecido con la hija del Dr.Orloff resulta ser asombroso (los dos personajes están a cargo de la debutante Diana Lorys), le echará una mano (sin su conocimiento) actuando por su cuenta y riesgo, poniéndose a sí misma como cebo.


Gritos en la noche es una obra maestra del género que, como ya hemos dicho, se desmarca del modelo que la inspira y tiene la feliz ocurrencia de introducir el sentido del humor en una historia cargada de referencias a películas de terror que van desde el Fritz Lang de M, el vampiro de Dusseldorf a la propia Ojos sin rostro, pasando por Frankestein, Jack el destripador, Luz de gas o, incluso, Rebeca.


Jesús Franco respeta escrupulosamente las convenciones del género y consigue que a pesar de sus incursiones en el humor y en el melodrama, Gritos en la noche se erija en un muestrario de lo que debe ser una película de terror. Le ayuda una Impresionante fotografía en blanco y negro y unos diálogos ingeniosos e inteligentes, además de una puesta en escena modélica con unos decorados, vestuario y ambientación meticulosamente conseguidos. Los actores están estupendos, entre los que vemos a una casi figurante María Luisa Paredes, más tarde conocida mundialmente como Marisa Paredes.


En Gritos en la noche Jesús Franco creó el personaje del Doctor Orloff, que utilizaría después como protagonista en otros títulos: El siniestro Dr. Orloff, El secreto del Dr. Orloff, Las orgías del Dr. Orloff, Los ojos siniestros del Dr. Orloff, y no sé si algún título más. Es un placer encontrarse con esta película que nos pone en antecedentes de los orígenes del cine de terror español.


Calificación: ***

19/8/10

Ojos sin rostro


La poesía del horror

Dando un paseo por las estanterías de casa me encuentro una copia grabada en VHS, desde un pase televisivo, de Ojos sin rostro, de Georges Franju. Me parece un gran hallazgo pues creo que este clásico del cine de terror es muy difícil de localizar en la actualidad ya que, al menos que yo sepa, no está editado en DVD, y toparse por alguna cadena televisiva con esta obra maestra imprescindible, sería un milagro. Por suerte, la calidad de la grabación es lo suficientemente buena como para poderla disfrutar sin demasiados enfados. Durante su visionado, me viene a la memoria una película española de Jesús Franco que vi hace ya bastante tiempo, con la que me parecía que habían demasiadas coincidencias.

Rebusco de nuevo por las estanterías y, oh, suerte, encuentro lo que busco. Gritos en la noche, la película más famosa (y de más prestigio) de Jesús Franco, bebe de las fuentes de Ojos sin rostro. Aunque más allá de que pueda tachársele de fusilar la película de Franju, tanto argumental como estilísticamente, me encuentro con que, efectivamente, Gritos en la noche es, de largo, lo más interesante que haya visto del director español. Hablaremos de ella más adelante, ya que esta entrada va de Ojos sin rostro y de Georges Franju.

Rodada en 1960, cuando en las películas todavía se podía utilizar el blanco y negro sin problemas que dificultaran su distribución, Ojos sin rostro es un elaborado ejercicio de estilo y un compendio de cómo usar la cámara y las posibilidades expresivas de una fotografía basada en contrastes cromáticos, luces y sombras, efectos de iluminación… con los que conseguir recrear un clima entre tétrico y romántico y hacerlo el verdadero protagonista de la historia.

Puede atisbarse ecos expresionistas en esta película, pero sus cualidades y sus logros son verdaderamente autónomos hasta el punto de comprobar que después de Ojos sin rostro determinados cineastas bebieron de sus fuentes (Cronemberg, Lynch…) y ello a pesar de que la película está rodada con escasos medios, encuadrada en la serie B, y sin otras pretensiones que las de hacer las cosas bien hechas, consciente de estar realizando en primera instancia un producto de consumo de los que por aquellos años se destinaban a los cines de reestreno o como complemento de una película principal en la lamentablemente hoy perdida costumbre de los programas dobles, los cines de barrio o las sesiones maratonianas.

El argumento de Ojos sin rostro ha sido después copiado, recreado, utilizado desde diferentes enfoques, pero esta película, que creó escuela siendo la primera, la original, no me parece que haya sido superada (al menos yo no recuerdo haber visto una película de terror con componentes románticos tan redonda). Por las fechas de producción, parece que el primer director que abrió el fuego de tomar Ojos sin rostro como base argumental y como modelo estilístico, fue nuestro Jesús Franco y lo hizo sin el más mínimo disimulo, ya que, como se ha dicho, sólo un años después, en 1961, reconstruye argumento y estilo y nos ofrece Gritos en la noche.

Veamos: Un prestigioso cirujano parisino va raptando, con ayuda de una gélida y despiadada cómplice (estupenda Alida Valli, en el comienzo de su decadencia física y artística), a una serie de muchachas con cuyos rostros pretende recomponer el de su propia hija, desfigurada en un accidente de coche del que él mismo fue culpable. Trasplante tras trasplante y fracaso médico tras fracaso, la chica, que va tomando conciencia de los horrores y crímenes provocados por su padre en muchachas inocentes, crímenes de los que ella misma era tácita consentidora, tomará la iniciativa y acabará con la espiral de horror, algo de lo que la propia policía se muestra impotente sin poder descubrir a los culpables.

Ojos sin rostro es una película de terror impregnada de un exacerbado lirismo y de una estremecedora poética de lo macabro. La película asusta pasando de largo por los efectismos al uso y no recurre a mostrar la violencia física como el elemento perturbador, o para inquietar al espectador.

Solamente alguna escena necesariamente explicita de las manipulaciones del cirujano en los rostros de las muchachas sacrificadas ya es suficiente para que nos recorra un escalofrío de espanto, pero al mismo tiempo que nos apiadamos de las víctimas nos apiadamos también de la muchacha, una especie de presencia etérea y angelical que se mueve por los aposentos como una sombra de vida y de muerte, como un fantasma y como un ángel, a la que Franju dota de una evidente simbología sobre la vulnerabilidad de la belleza y la imposibilidad de atraparla y recomponerla una vez ha sido mancillada. Ojos sin rostro es una obra maestra del horror y del romanticismo, lírica y poética hermosa y de una gran belleza conceptual que va más allá de sus desasosegantes y tétricas imágenes.

Calificación: ****

16/8/10

Philip Morris, te quiero

Amor sin barreras

Tras el visionado de Philip Morris, te quiero quizás no sorprenda demasiado que la película haya tenido serios problemas para su distribución en los propios Estados Unidos

A estas alturas en que el matrimonio homosexual está empezando a tomar carta de naturaleza legal en diferentes Estados, venciendo así poco a poco la resistencia a la equiparación de los derechos homosexuales en las áreas más conservadoras del país más conservador, y después de que una película reciente como Brokeback Mountain haya sigo un éxito más que considerable de crítica y, lo que es más significativo, de público, no dejaba de sorprender que el veto a esta película empezara por los propios distribuidores estadounidenses. Una vez vista la película, la cosa cambia, y se puede comprender.

Parece ser que las distribuidoras se negaron a comprar el film por miedo a que pudiera molestar al público y acabara siendo un fracaso. Se adelantaban así a la censura que pudiera ejercer el propio espectador. Creo que por fin se ha vencido esa resistencia y Philip Morris, te quiero va a ser estrenada ya de forma normalizada.

No parece, de todos modos, que los distribuidores anduvieran muy descaminados y que la película, por el contrario, vaya a ser un gran éxito. Hay que tener en cuenta lo poco tolerante de un país como Estados Unidos con cuestiones que afecten a su forma de entender la vida, ya que no consiente críticas o mofas con su sagrada idiosincrasia.

Philip Morris, te quiero es además una película que se basa en hechos reales y por muy manipulados que puedan estar esos hechos, la cuestión puede resultar aun más incómoda para los puristas defensores de las esencias americanas. Estos no van a tomar a broma la irreverente gansada, cargada de vitriolo y mala leche, que es la película.

Philip Morris, te quiero no habla en última instancia (en contra de lo que pueda parecer) de una relación homosexual concreta, ni se centra, bajo una mirada condescendiente, en los tormentos íntimos de los personajes ante la aceptación de su propia naturaleza. Tampoco incide en las dificultades que tienen que superar para ser consecuentes con ellos mismos en una sociedad que los acepta o no los acepta (como en Brokeback Mountain, por ejemplo).

Philip Morris, te quiero tampoco curiosea en el divertido y extravagante mundo de homosexuales de modales extremos como los que se describen en Gracias por todo Julie Newmar, Una jaula de grillos/La jaula de las locas o La aventuras de Priscilla. Si un tema tan delicado como la homosexualidad es abordado desde una mirada condescendiente, en clave dramática o de comedia, y los personajes nos inspiran lástima o nos provocan la risa sin que se les involucre como componentes y partícipes de la sociedad normalizada, no pasa nada. En ese caso sí que somos muy tolerantes y modernos y lo consentimos todo…

Philip Morris, te quiero huye de moralismos solemnes que castiguen a los personajes, o de miradas divertidamente condescendientes que los relativicen, haciéndonos así espectadores de las aventuras de personajes que se mueven en mundos paralelos al nuestro, a los que toleramos, pero con los que tenemos muy poco que ver. En realidad la película habla de la vulnerabilidad de todo el entramado social de un país en el que cualquiera que se lo proponga puede medrar por sus entrañas aprovechando la estupidez generalizada, y la confianza ciega en ellos mismos y sus instituciones, todo ello consecuencia de creerse más o menos perfectos e invulnerables.

Philip Morris, te quiero deja al descubierto las grietas y los defectos de una sociedad atolondrada que no deja de mirarse el ombligo y lo hace utilizando como vehículo una historia doblemente subversiva. No sólo se pone en solfa lo anteriormente expuesto. También se pervierten los códigos cinematográficos que tiene como protagonistas a personajes homosexuales, despreciando el melodrama o la comedia amable, registros donde sí se tolera, y hasta se es complaciente con el tema.

La sátira, el descaro, la irreverencia, la mordacidad, son las señas de identidad de esta película divertidamente agria, incisiva, que dinamita las convenciones y los prejuicios en los que el publico normal se parapeta a la hora de sojuzgar una historia como esta, en la que todos los demás personajes aparecen bastante más deformados que el dúo protagonista, y en la que se fuerza al espectador a aceptar y comprender a personajes como los que interpretan Jim Carrey y Ewan McGregor. El primero, todo un hallazgo al que el actor de El show de Truman presta su histrionismo de forma bastante adecuada. Philip Morris, te quiero es una grata sorpresa y una película que merece la pena ver.

Calificación: ***

14/8/10

Origen

Con el sueño en los talones

Me esfuerzo por entender el prácticamente unánime entusiasmo con que ha sido acogida esta película, tan aparatosa visualmente como hueca y artificiosa en su contenido. Definitivamente Christopher Nolan no es santo de mi devoción. Ya me pasó con El truco final (The prestige), película con la que Origen tiene mucho que ver ya que ambas tienen como bazas fundamentales sacarse de la manga giros inesperados y sorpresas de guión dignos de una barraca de feria.

Si en The prestige la barraca de feria es literalmente el escenario de la historia, y los trucos que se sacan de la manga (no sólo el del final) tanto los personaje protagonistas como el director, pueden tener cierta credibilidad dado que se nos está contando una historia de prestidigitadores, en Origen, el truco final y todas las trampas que se les pone al espectador a lo largo del metraje me parecen arbitrarios y gratuitos.

El caballero oscuro, otra película que me parece sobrevaloradísima y que comparte ciertas premisas con las dos citadas, como son la de impactar a toda costa con imágenes efectistas, tener un tono narrativo ampuloso y solemne y buscar a toda costa el prestigio autoral del director, tenía al menos interesantes anotaciones políticas y reflexiones existenciales a considerar, que neutralizaban esa tendencia de Nolan al exhibicionismo visual y al recurso de sorprender al espectador imponiendo la acción, el espectáculo y los giros de guión sorpresivos sobre cualquier otra premisa.

No he visto Memento, su reputada (cómo no) opera prima, pero sí Insomnio, la película que más me gusta de su filmografía y la única que prescinde del espectáculo como principal premisa para atraer al espectador y se para a atender a los personajes y a la historia. Hasta Robin Williams me pareció más que correcto cuando es un actor que me cae especialmente antipático por su tendencia a la gesticulación y a los excesos interpretativos de todo tipo.

Origen cuenta una historia tan enrevesada y se esfuerza tanto en hacerla entendible recurriendo a diálogos explicativos, que, de farragosos, consiguen el efecto contrario. El espectador (al menos yo, sí), acaba mareado a los quince minutos de proyección y abandona todo esfuerzo por comprender qué es lo que pasa y por qué. Dejar de cuestionar de qué va la historia y los recovecos y laberintos por los que transcurre y admitir como bueno lo que a los guionistas y al director se les ocurra filmar para disfrutar centrándonos sólo en lo meramente visual, acaba cansando también. No se trata de ponerse puntilloso con la credibilidad de lo que se nos cuenta, pues la grandeza del arte -del cine en particular- es hacer real la fantasía más irreal. En esta historia de ladrones de sueños, de sueños dentro de sueños, de sueños y pesadillas compartidos, de realidades paralelas, de intercambios mentales, de robos de pensamientos (¡uff!...), muy pocas cosas me/resultan convincentes. Nolan fracasa a la hora de hacernos creer que lo que estamos viendo puede suceder y no logra involucrarnos en sus fantasías. No lo consigue ni el buen trabajo de los actores, todos estupendos, en especial DiCaprio y Cotillard, cuyos personajes viven, por cierto, una historia de amor repleta de tópicos y de lugares comunes a la que ellos saben dotar, menos mal,. de cierta densidad.

Engolada, artificiosa en sus diálogos, falsamente trascendente, enmarañada e incomprensible argumentalmente, arbitraria en sus resoluciones y giros, Origen interesa sobretodo por su fuerza visual, marca de la casa. Pero el espectador necesita, al menos quien esto escribe, algo más que imágenes impactantes y ritmo frenético. El cine engancha cuando sabe contar historias haciéndolas creíbles y cuando consigue dibujar personajes con vida propia con los que poder identificarnos. No es el caso de Origen, una película hipnótica en lo visual pero vacía de contenido, repleta de arbitrariedades y de resoluciones argumentales sacadas de la manga cuando más conviene a los guionistas sin que esas resoluciones tengan una base que las justifique más allá de hacer avanzar la historia de la manera que más convenga al espectáculo.

Christopher Nolan es un cineasta representativo del tipo de cine que triunfa en estos años de efectos visuales y de historias que rizan el rizo de la originalidad y de la fantasía en unos argumentos que muchos de los nuevos cineastas no consiguen hacer veraces y donde los personajes son puros arquetipos. Los directores de ahora se centran tanto en el impacto de las formas que se olvidan bastante del fondo. Nolan no consigue engañar/me con la falsa trascendencia con la que intenta prestigiar sus espectáculos de feria, pura pirotecnia para halagar los sentidos de unos espectadores complacidos y complacientes abducidos por un tipo de cine en el que prima sobre todo el espectáculo y los falsos golpes de efecto. Y hay que reconocer que Nolan sabe moverse de maravilla en estos terrenos. Viendo películas como esta es cuando se echa de menos a cineastas como Alfred Hichtcock (Dios, como me acordaba del mago del suspense mientras veía Origen), Howard Hawks o John Ford, verdaderos genios donde el equilibrio del fondo y la forma era una premisa que había que conseguir lograr a toda costa. Y vaya si se conseguía...

Califición: **

12/8/10

Francotiradores en el cine americano

Justicieros de armas tomar

El intermitente goteo de noticias que salpican las páginas de periódicos y telediarios sobre la atávica tendencia de los norteamericanos de disparar hasta al apuntador a la primera que se le cruzan los cables, me ha dado la idea, en este verano de sequía intelectual y tedio que me está tocando soportar, de dar un repaso a las películas que tratan de este tema, tan propio del país que más presume de abanderar la lucha por los derechos humanos, la paz y la libertad.

Será, por supuesto, un repaso muy particular y nada exhaustivo ya que hablaré sólo de películas que sobre la marcha me vengan a la cabeza. Por supuesto que, si a ti, amigo que me lees, se te ocurre algún título que no está en esta lista, lo puedes citar haciendo tu comentario o sugerencia.

Sobre el concreto caso de un centro de enseñanza tiroteado por alumnos más o menos ofuscados, se me ocurre citar dos títulos de lo más emblemáticos, Bowling for Columbine y Elephant, que tratan el mismo suceso desde diferentes planteamientos.

De las dos, me quedo con la película de Gus Van Sant que lo aborda desde un punto de vista de falso documental, lo que le permite elucubrar y darle forma cinematográfica huyendo del corsé que impone el documental puro y duro, re-creando campos ficticios para insuflar de vida a unos personajes y a un contexto que, a mi entender, lo hace de forma magistral.

Michael Moore utiliza las imágenes reales de forma muy efectiva e impactante, pero con el hándicap de tomar partido sobre cuestiones de fondo de una forma bastante simplista y panfletaria.

El francotirador magnicida, por supuesto, también ha sido protagonista recurrente en el cine. Sobre un hecho real que afecta a la historia de América (y del mundo), tenemos a Oliver Stone que con JFK, consigue, a mi entender, la película más apasionante de su filmografía

Wolfgang Petersen también aborda el mismo suceso desde un punto de vista muy libre y ficticio, pese que su película esté incuestionablemente inspirada en el magnicidio de Dallas. En la línea de fuego tiene como personaje a eliminar a un presidente inventado… pero no tanto.

Ojos de serpiente, de Brian de Palma, también trata de un magnicidio, esta vez de bajos vuelos, pues al que quieren volar a balazos desde las alturas urbanas más imprevistas e imposibles, es a un senador, creo recordar. Lo que no resta el más mínimo interés a una de las películas más interesantes del director de Carrie.

Francotiradores con menos “alturas” de miras (o de mirillas) han sido también personajes detonantes –en todos los sentidos- de grandes guiones para buenas películas. Muchos, otra vez, basados en hechos reales. Es el tema de Harry el sucio, de Don Siegel, que se inspira en el caso de un francotirador que a finales de los sesenta mantuvo en jaque a una ciudad norteamericana cuyo nombre no recuerdo en estos momentos.

Peter Bogdanovich también se basa en la realidad y el personaje que le inspira para una de sus películas más malditas es un licenciado del Vietnam con traumas de guerra que tiroteó a la ciudadanía de otra parte de los EE.UU. (tampoco recuerdo qué sitio, hace mucho calor y no tengo fuerzas ni ganas para documentarme en el Google) en la estupenda (y en bastantes aspectos modelo a seguir por las películas que sobre el género vinieron después), Targets (en España, El héroe anda suelto). en ella nos encontramos con un primerizo Jack Nicholson y un gran actor en fase terminal, Boris Karloff, en el que fue su último trabajo antes de morir.

De plena y absoluta ficción son los francotiradores de Arma letal, la famosísima y exitosa película de Richard Donner, que ha generado tantas secuelas. Igualmente ficticio es el obsesivo paranoico que acosa a Whitney Houston en otro gran éxito comercial, El guardaespaldas.

El francotirador de Blanco humano, de John Woo, también se inspira en un caso real, pero la presencia del repartidor de guantazos, el muy olvidado en la actualidad Jean-Claude Van Damme, la convierte en una ficción para su lucimiento puro y duro y el del filigranero director de la extraña e inquietante Cara a cara.

Las guerras mundiales , sean calientes o “frías”, también han tenido francotiradores expertos en poner la bala donde ponen el ojo. Así, hace muy pocos años vimos a un Jude Law con muy buena puntería, para desgracia de Joseph Fiennes, desenvolverse de maravilla entre los escombros de una asolada ciudad europea (no recuerdo cual, pero me parece que Berlín, ay, qué cabeza la mía y qué pereza para documentarme), en la estupenda Enemigo a las puertas, de Jean-Jacques Annaud.

Hace ya algunos añitos el director británico John Houg mandó que se cargara al General Patton a un experto en emboscadas "rifleras" en la película Objetivo: Patton; pasaba, por supuesto, en la segunda guerra mundial. Ah, otra gran película con francotiradores de por medio lo tenemos en el argumento de la muy remota El gran desfile, de King Vidor.

A propósito, ya en plena guerra fría también se mandaron francotiradores para que cosieran a balazos a políticos y mandatarios de distinta ideología. Es lo que pasa en otra película titulada Target (nada que ver con la de Bogdanovich), que en España se llamó Agente doble en Berlín, de Arthur Penn, en la que un agente de la CIA que pasa sus vacaciones en París sufre la extorsión de los comunistas que le obligan a trabajar para ellos raptando a su mujer, mientras un francotirador aparece en escena y su hijo (el del agente), va descubriendo puntos oscuros sobre su querido papaíto.

Y como ya no me acuerdo de más, y como para muestra ya es suficiente, y como no quiero hacer este post demasiado plomizo (aunque seguramente ya lo es), pues lo dejamos aquí. Eso sí, con las puertas abiertas (pero sin enemigo a la entrada), para que cualquiera que se acuerde de alguna otra peli con francotirador dispuesto a darle al gatillo a la primera de cambio, diga aquí su título por si podemos hincarle el diente.