26/4/10

El discípulo

El Evangelio según…

De imprevista rareza podemos calificar El discípulo, una película absolutamente atípica que desconcierta sin que sepas qué actitud tomar ante ella. De entrada, estamos ante la enésima revisitación de los textos evangélicos desde una perspectiva desmitificadora, que no sabes si tomarte en serio o despotricar sobre ella. Basada en descubrimientos recientes sobre cómo fue la verdadera historia de Cristo. Esta frase dicha más o menos así, tanto en la publicidad como en los créditos de la película, quiere justificar la heterodoxa visión que se ofrece de los textos sagrados Evidentemente la frase es una puerilidad pues no se aportan datos sobre esos “recientes descubrimientos”.

Pero eso es lo de menos y ni siquiera tendría que justificarse nada. Una película es una película y es muy libre de mostrar la historia que cuenta desde la perspectiva que más le convenga. Se puede fantasear sobre cualquier tema y hacerlo de la forma que más le interese a quien lo hace. Todo es ficción. Ningún tema es intocable para un artista.

El discípulo es una película tan modesta que la presumible carga polémica de sus planteamientos apenas, o nada, va a levantar ampollas en ningún segmento social, algo que parecen temer (o querer, la polémica es publicidad gratis) los responsables de esta peliculita.

Rodada con una evidente pobreza de medios, El discípulo cuenta la vida de Cristo a salto de mata y se limita a encadenar una serie de estampas rodadas sin brío y con un incómodo tono amateur que, es verdad, nunca llega a molestar del todo. Obviando que se trata de una visión desmitificadora nada original (Scorsese ya nos presentó un Cristo humanizado y tentado por los pecados de la carne), tampoco es que la película pueda escandalizar a nadie por lo inconsistente de sus planteamientos, su insulsa puesta en escena y la apatía de sus imágenes. Para quien esto escribe, antes que caer abatido por el aburrimiento y abandonar la sala, la tabla de salvación fue prestar atención a la pasoliniana frugalidad de sus imágenes y en la actuación de los cuatro actores protagonistas. No por sus anodinas interpretaciones, sino por el hecho de, primero, identificar a Joel West como uno de los protagonistas de la serie C.S.I. Miami (¿cómo se le ha ocurrido venir a hacer esto?), Marisa Berenson (¿qué es lo que queda de la bellísima protagonista de Barry Lyndon?), Ruth Gabriel y Juanjo Puigcorbé (¿no tenían nada mejor que hacer?). Mención muy especial a los verdaderos protagonistas de la función y los que me han mantenido sentado en la butaca hasta el final, que son los acertados paisajes y localizaciones, todos en la provincia de Granada y en su mayoría en la localidad de Baza, la música sefardí y el cante flamenco, como ilustración un tanto chocante (aunque no demasiado discordante) de unas imágenes y una puesta en escena que constantemente recuerdan a las de El Evangelio según Mateo, no sé si consciente o inconscientemente, o debido a la pobreza de medios. Ah, el guionista y director se llama Emilio Ruiz Barrachina y parece ser que es documentalista, periodista y escritor y que se ha basado en una previa novelización propia de la vida de Cristo.

Calificación. **


22/4/10

Julie Christie


Darling Lara

Con este post vamos a homenajear a una de las actrices más emblemáticas de los años 60 y 70 del siglo pasado. Dicho así parece que estemos refiriéndonos a una reliquia, pero afortunadamente dicha actriz todavía sigue dando juego y conservando una envidiable forma y un atractivo físico incuestionable a pesar de estar a punto ce cumplir la setentena. Pese a que ha intervenido en un buen número de buenas películas, Julie Christie es y será siempre recordada por el personaje de Lara en la emotiva y espectacular epopeya fílmica que sobre la novela de Boris Pasternak rodó el gran David Lean.

Doctor Zhivago la dio a conocer a todo tipo de públicos y la convirtió en estrella, pero ya había dado sobradas muestras de sus cualidades en un breve ramillete de buenas películas. Incluso ganó un Oscar a la mejor actriz protagonista con su anterior película, Darling, rodada un año antes, aunque el premio coincidió justo con el estreno de Doctor Zhivago, así que el boom Julie Christie fue por tanto por partida doble. Con Doctor Zhivago el mundo entero habló de ella y la encumbró a lo más alto de la mitología popular.

Su primera película fue Billy el embustero donde tenía poco papel. Su primera intervención de cierto relieve se tituló en España Al volante y a lo loco (todavía coleaba el exitazo de Billy Wilder Con faldas y a loco y la coletilla “a lo loco” sería explotada por algunas películas más en los títulos de sus versiones españolas). Al volante y a lo loco era una comedia de Ken Annakin, especialista del género, que tendría su mayor éxito comercial en otra comedia de coches descacharrantes titulada Aquellos chalados en sus locos cacharros. Como vemos, la palabra loco era de las más recurrentes en las comedias del momento.

Pero además de Darling y de Doctor Zhivago, tiene en su filmografía otra joya del cine, Amenaza en la sombra, una película inclasificable que hoy está considerada una obra maestra de culto dirigida en 1973 por el gran director de fotografía Nicholas Roeg.

Rodada en los canales de Venecia, Amenaza en la sombra recreaba una historia que navegaba, nunca mejor dicho, entre la realidad y la ensoñación en la que una madre cuya hija ha muerto ahogada cree verla vagar por los callejones y canales de una Venecia brumosa y fantasmal y se obsesiona con poder encontrarla.

Julie Christie impuso un determinado tipo de mujer moderna y glamurosa, pero alejada de los estereotipos impuestos por las rotundidades físicas y raciales de actrices tales como Sofía Loren, Gina Lollobrigida, Liz Taylor, y tantas otras de presencias contundentes. Ella era otra cosa. Era moderna al estilo de Twigy, aunque no tal delgaducha, pero lucía tan bien como ella los modelitos de Mary Quant. Sus soñadores ojos azules, su físico adolescente y su etérea y dulce mirada cautivaron a todos y las chicas la imitaban y los jóvenes la incorporaban a su ideario femenino y erótico en detrimento de las estrellas que argumentaban razones mucho más poderosas.

Tras Darling volvió a rodar con John Schlesinger Lejos del mundanal ruido encarnando a la victoriana y desasosegante Betsheba, el personaje creado por Thomas Hardy. François Trufautt la requirió también para su desconcertante Fahrenheit 451, la futurista historia en la que los libros están prohibidos y donde la Christie aparecía con la cabeza afeitada. Ninguna de las dos películas fue un gran éxito de público, aunque sí de crítica.

Después vinieron buenas películas con buenos directores: El mensajero (Joseph Losey), Los vividores (Robert Altman), Power (Sidney Lumet), Oriente y occidente (James Ivory) Shampoo (Al Hasby, donde tuvo un sonado y tormentoso romance con Warren Beatty) y así hasta su reciente nominación al Oscar por Lejos de ella, la película de Sarah Polley, actriz predilecta de Isabel Coixet. Por cierto que Julie Y Sarah ya habían coincidido como actrices en la película de la Coixet La vida secreta de las palabras.

Pero Julie Christie será recordada siempre principalmente y con mucha distancia sobre cualquiera otra de sus interpretaciones (incluida la oscarizada Darling) por la Lara de ese monumental fresco histórico romántico que es Doctor Zhivago, una película inolvidable con una Julie Christie sublime, que la instaló en lo más alto del estrellato y la convirtió en mito incombustible de la imaginería popular, para la que siempre será Lara.

Quién no evoca sus maravillosos ojos azules y su mirada triste y soñadora al escuchar la emblemática banda sonora de Doctor Zhivago, en especial el tema dedicado a su personaje, el emotivo y vibrante Tema de Lara. Esperamos que todavía Julie Christie nos siga haciendo soñar con personajes emotivos, dulces y frágiles y cautivándonos con sus soñadores ojos y su nostálgica mirada, inmarchitables e indemnes al paso del tiempo.

16/4/10

Alicia en el país de las maravillas

Alicia grande, Alicia pequeña


Pese a que no se pueda hablar de fracaso, la versión que perpetra Tim Burton de Alicia en el país de las maravillas dista mucho de ser la película que podía esperase del autor de Pesadilla antes de Navidad. Hablo del plano artístico, pues en lo comercial parece que va a ser todo un éxito. Quizás pese demasiado la marca de la productora, Walt Disney, y Tim Burton haya tenido que plegarse a las normas de la casa. El resultado puede calificarse de híbrido de ambos estilos que no va contentar ni a los partidarios de uno ni a los admiradores de otro.

Tampoco Walt Disney, si levantara la cabeza, estaría satisfecho y reivindicaría, con toda razón, su propia versión del año 51. Por supuesto, Lewis Carroll renegaría también de esta Alicia que muy poco tiene que ver con la que él imaginó. En el siglo veintiuno Disney es ya sólo una marca, una franquicia que conserva de su fundador, aparte del nombre, la intención de dirigirse y captar a un público infantil o adolescente bajo planteamientos un tanto pueriles y mojigatos. Pero al menos el original cautivaba con la brillantez de sus dibujos y la frescura de su narrativa.

Tim Burton claudica a las corrientes imperantes en el cine adolescente de hoy, deja de ser el poético esteta de lo siniestro y prostituye el universo de Lewis Carroll convirtiéndolo en un remedo del creado por la escritora J.K. Rowling en su serie de libros sobre el personaje Harry Potter, y de sus diferentes versiones para el cine. Se podrá decir que esta Alicia no es la de Lewis Carroll, dado que se trata del mismo personaje pero con diez años más. Alicia vuelve al país en el que vivió sus maravillosas aventuras de niña imaginativa, siendo ya una mujer. Peor todavía. Esta señorita ya no tiene edad para hacer creíbles sus fantasías en el mismo plano de alucinado descubrimiento del mundo de los adultos con sus grandezas y miserias (sobretodo miserias) en la parábola social y de aprendizaje que supusieron las aventuras vividas en el submundo de su imaginación siendo niña.

No basta que al final quiera hacer adulto al personaje, revestirlo de cierta rebeldía pseudo feminista y presentar a Alicia como una mujer descontenta con las encorsetadas normas de la época, y determinada a conseguir su emancipación e independencia a toda costa. Sus nuevas aventuras de adulta en el submundo son tanto o más infantiles que las vividas diez años antes y repiten cansinamente los mismos derroteros, esta vez aderezados con cierto catálogo de “monstruitos” adicionales salidos de los ya citados harrys potters o señores de los anillos.

Demasiado preocupada por ofrecer espectáculo, esta Alicia en el país de las maravillas se olvida de forma flagrante de los personajes, meros muñecos de feria ya sin simbología, y pierde un tiempo precioso de su afortunadamente corto metraje en persecuciones en el último segundo de bichejos varios y de combates absurdos como el de Alicia con el pajarraco de apariencia prehistórica (cuyo nombre no recuerdo ni me voy a molestar en buscar) en detrimento de los personajes y de su moraleja. No basta, al menos al que esto escribe no le basta, un aparatoso despliegue visual vacío de contenido y, además, muy poco atractivo, cuya estética “timburtoniana” está muy degradada por las influencias de la marca Disney actual.

No pienso hablar de los actores ni de sus mascaradas asistidas por ordenador. En todo caso decir que el señor Johnny Depp cada vez me resulta más insoportable al tiempo que cada vez riza más el rizo del ridículo superándose en lucir disfraces estrafalarios o extravagantes, en lo que se ha llegado a convertir en todo un especialista. Muchos dicen que eso es ser un gran actor. Pues qué bien…

Calificación: **

10/4/10

La isla interior

Mentes en el abismo

En el comentario de más abajo sobre Soul Kitchen hablo de un afortunado cambio de registro del director de Contra la pared que aborda por primera vez una de sus historias en clave de comedia, haciéndolo con resultados más que notables. Con La isla interior ocurre todo lo contrario y la pareja de directores formada por Félix Sabroso y Dunia Ayaso aparcan la comedia petarda, costumbrista y almodovariana, lo que ha sido hasta ahora marca de la casa, y se atreven con el melodrama consiguiendo unos resultados nada despreciables. Era algo que tenía que suceder si tenemos en cuenta que el modelo en el que se miraban esta peculiar pareja de cineastas a la hora de abordar sus historias era precisamente el cine de Pedro Almodóvar.

Y Almodóvar ya hace tiempo que se puso serio. Los autores de Perdona bonita pero Lucas me quería a mi empezaron a “madurar” algo más tarde aunque hasta su anterior película, Los años desnudos, no iniciaron un perceptible cambio de registro. Un cambio que se materializa con contundencia en La isla interior, película que tiene sus defectos pero que supone un respetable acercamiento al melodrama con una historia que habla de una familia afectada por una enfermedad muy poco abordada por el cine: la esquizofrenia. Me viene a la mente un ilustre precedente que sí habla de este problema y es Una mente maravillosa, aunque la película de Ron Howard nada tenga que ver argumentalmente, por supuesto, con La isla interior... pero sí que podríamos considerar que hay cierta relación entre los personajes de Alberto San Juan y el de Russell Crowe.

La isla interior me recuerda mucho a otra película española con la que tiene más de un punto de contacto. Hablo de En la ciudad sin límites, de Antonio Hernández. Aquí, una familia saca a relucir secretos y frustraciones aletargados o callados durante años, que afloran y estallan cuando el patriarca del grupo está a punto de ser abatido por la vejez y el alzheimer. En La isla interior es la esquizofrenia la que planea sobre los personajes, enfermedad hereditaria que padece el padre y que ya está dando evidentes signos de presencia en dos de los hijos. El hecho de que el anciano patriarca intente suicidarse hace que el grupo familiar se reúna y salgan a relucir secretos y mentiras, miedos y rencores, reproches y acusaciones callados durante años y que por fin van a ser puestos sobre la mesa, lo que provocará la catarsis que ponga al descubierto el interior de cada cual.

Sabroso y Ayaso demuestran tener recursos para abordar también el drama y consiguen que la película interese de principio a fin pese a que en algún momento se haga reiterativa y monótona. Dura muy poco la sensación de que la historia se estanca y la narración remonta el vuelo consiguiendo llegar a buen puerto sin demasiados altibajos. Los actores tienen bastante que ver con la corrección de los resultados, en especial el trabajo de Candela Peña, Cristina Marcos y Alberto San Juan, este último premiado en el festival de Valladolid pero, aunque no puedan exhibir premio, Candela Peña y Cristina Marcos están también magníficas.

Muy por debajo de ellos se sitúan las actuaciones de Geraldine Chaplin (que En la ciudad sin límites consiguió un Goya a la mejor actriz secundaria) y de Celso Bugallo, ambos en personajes muy similares a los de la película de Antonio Hernández, donde la Chaplin hacía también el papel de madre y esposa. Recordemos que el anciano protagonista estaba a cargo de un sensacional Fernando Fernán Gómez al que Celso Bugallo ni siquiera se le acerca en un trabajo bastante anodino y plano. Curiosamente, y al igual que En la ciudad sin límites, París tiene un peso importante en la narración, y si en la película de Hernández era donde transcurría la acción y se le daba protagonismo hasta referenciarla en el título, aquí aparece igual de mitificada en la obsesiva determinación del trastornado personaje de Alberto San Juan de viajar a ella. Está convencido de que es en esa “ciudad sin límites” donde podrá desarrollar una nueva vida que lo libere del opresivo y castrante entorno familiar y social en esa isla canaria que lo atosiga al compás del avance de una enfermedad que lo aboca, al igual que a sus hermanas, a un anunciado deterior progresivo de sus facultades.

Calificación: **

4/4/10

Soul Kitchen

Comida y sociología

León de Plata en el festival de Venecia, la última película de Fatih Akin incide en hablar de la Alemania intercultural e interracial conformada en las últimas décadas y asentada ya sin lugar a freno y marcha atrás como una sociedad multiétnica en la que el peso de las diferentes culturas de acogida es determinante en las nuevas costumbres y en los nuevos comportamientos. Akin habla de lo que mejor conoce y es de los alemanes nacidos de la inmigración y de los inmigrantes. Él mismo es de procedencia turca, nacido en Alemania, en Hamburgo, donde se desarrolla Soul Kitchen, y está casado con una mejicana. Si en sus anteriores películas, al menos las vistas en España (Contra la pared y Al otro lado) hablaba de estos nuevos alemanes en clave dramática, en Soul Kitchen opta por un registro de abierta comedia.

Su capacidad para observar a los personajes y dotar sus comportamientos de autenticidad y coherencia sigue intacta y el variado abanico de tipos y situaciones que componen la trama esta vez están despojados de conflictos de adaptación o de rechazo y todos aparecen perfectamente integrados en su entorno. La verdad es que el escenario donde convergen los personajes es bastante limitado, pero no se mueven en ningún gueto o en ambientes de marginalidad. Soul Kitchen es un restaurante de medio pelo donde una serie de personajes conviven y se interrelacionan.

La ironía, la sagacidad en la mirada que se proyecta en los personajes y en sus comportamientos, el sano positivismo que desprende la narración, su energía, están servidos con una sorprendente soltura si tenemos en cuenta que Fatih Akin nos tenía acostumbrados al drama que, en el caso de Contra la pared, alcanzaba cotas de tragedia. Soul Kitchen es una comedia vitalista en la que una serie de personajes van y vienen, se acercan o se alejan, crecen o dan marcha atrás en sus vidas, todo desde una posición positivista y elocuente, cuyo epicentro es el restaurante que da título a la película. Película que utiliza una espléndida banda sonora que incluye mayoritariamente música soul en una heterodoxa selección de temas entre los que se insertan varios clásicos de la música hispana, seguramente como consecuencia de la relación del director con nuestra cultura ya que, como hemos dicho, su esposa es mejicana.

Los gags abundan plenos de inteligencia, de agudeza y de eficacia, provocándonos el regocijo y hasta la carcajada , en los que se ironiza con personajes y comportamientos, con hallazgos como el cocinero gitano o el propio protagonista, su hermano, su novia, su amigo de colegio… y una retahíla de tipos que confirman un abanico de personalidades absolutamente creíbles y reconocibles, servidos por un director que demuestra película tras película su capacidad para hablar de la nueva Alemania ya sea desde el drama y la denuncia o, como en este caso, desde la comedia sin que por ello deje de poner el dedo en el botón exacto que nos alerte de que está hablando de cosas que también pueden ser serias.

Calificación: ***

Milène Demongeot

Falditas para el peplum

Poniendo otra rubia entre mis “mitos” particulares me arriesgo a cansaros. Aparte de dejar en evidencia mi debilidad por las actrices oxigenadas, generosas en curvas, muy femeninas y con un punto más o menos acentuado (más bien más) de provocativa sexualidad. Mylène Demongeot (Marie Helène Demongeot, al principio) se movía entre el patrón físico de las Marylin y las Dors, aunque su modelo más evidente, bajo mi punto de vista, era su compatriota Brigitte Bardot. Pero estaba muy lejos de desprender la arrebatadora sensualidad de BB y su sexy era bastante más accesible. La elijo también para esta galería de mitos pues me he propuesto alejarme de comentar personalidades obvias por famosas e incuestionables.
Digamos… que me voy a ir fijando en mitos (mis “mitos”) más modestos, pero que también consiguieron y consiguen conmovernos, sea desde el intelecto o la libido. Mylène, evidentemente, estaba bastante más capacitada para lo segundo. La chica comenzó, como casi todas, muy joven y sin una personalidad propia definida. A los 17 años aún no había encontrado un camino definido o conformado estilo propio. Su primer papel de cierto relieve fue en Los hijos del amor, al principio de los 50. Era un dramón (folletón) de jovencitas embarazadas aunque, menos mal, les pasaba todo aquello por amar de verdad. Ni siquiera figuraba entre el elenco protagonista, pero se fijaron en ella. Como era muy mona la pusieron en comedias amables donde tenía que divertirse mucho paseando su palmito con otras jovenzuelas de buen ver.
Eran películas cuyo equivalente español serían cosas como Las chicas de la Cruz Roja, Amor bajo cero, Alegres vacaciones y tantas otras. Títulos tan reveladores como Débiles son las mujeres o Habitación de muchachas, dan fe de lo cándidos que eran sus papeles. Pero en unos años, la muchachita se convirtió en una espléndida mujer. Y los productores franceses se creyeron que podría hacerle sombra a la mismísima Brigitte. Inútil empeño. A la Bardot nadie pudo hacerle sombra, ni en su país, ni en el mundo entero. A propósito, tomo nota para hablar de ella más adelante.
A Milène le tocó adaptarse a un estrellato de segunda, donde sin duda brilló con luz propia. No pudiendo ser cola de león se conformó con ser cabeza de ratón. En los cines de sesión continua de toda Europa se pudo ver en películas tales como Fantomas (con sus dos secuelas, Fantomas contra Scotland Yard y Fantomas vuelve), y también en Los tres mosqueteros, versión de André Humbelle, y en su secuela, La venganza de Milady. Ella era la malvada Milady, con la vista puesta en el trabajo que Lana Turner había hecho en el exitazo que unos años antes había dirigido en Hollywood George Sydney.
El “péplum” le echó el ojo y la fichó para lucir falditas y escote griego (o romano) en cosas como El rapto de las Sabinas, Oro para el César o la Batalla de Maratón. También intentó hacer cine “de calidad” con títulos como Las brujas de Salem, Una manche et la belle y, sobre todo, en su gran oportunidad hollywoodiense, al intervenir en la adaptación al cine de la sensación literaria de los sesenta: Buenos días, tristeza, la novela que escandalizó al mundo escrita por una muchachita de dieciséis años llamada Françoise Sagan. Buenos días, tristeza la dirigió, todos lo sabemos, Otto Preminger. La película estaba pensada para el lanzamiento al estrellato de otra rubita, la malograda Jean Séberg, descubierta por el propio Preminger un año antes en Juana de Arco. La Seberg, alcanzaría su altar en el cine al intervenir un par de años después junto a Jean-Paul Belmondo en la mítica Al final de la escapada.

La Demongeot en Camping

La Demongeot perdió el carro del cine americano, al que no supo subirse, pues Buenos días, tristeza, fue su primera y única incursión en una película hollywoodiense. Pero Mylène quedó como una presencia imborrable e imprescindible a la hora de recordar el cine francés de los 50 y 60. En Francia es ahora todo un mito y es considerada una gloria nacional. Aun hoy, todavía aparece en algún título como ilustre secundaria, tal como se puede comprobar en Asuntos pendientes, de Oliver Marshall, La californie, junto a Nathalie Baye, o en Camping, rodadas hace escasamente unos años.

Oh, la la!, lechantament français...